¿Cómo se resuelve? el conflicto del relato de El nido de jilgueros
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
na vez localizado con antelación el nido de jilgueros, se seguía día tras día y se comprobaba cómo estaban de crecidas las crías. Y antes de que abandonaran el nido, se cogía éste con las crías dentro, se introducía en una jaula y se dejaba en la mata o árbol que habían escogido sus padres para criar. La maniobra no era fácil porque había que tapar rápidamente la boca por si acaso es escapaba algún pollo. Mientras tanto, los padres se mantenían a una distancia bastante cercana, emitiendo unas voces de alarma profundas y lastimeras.
Mi hermano y yo corríamos a escondernos con el fin de que los padres de los jilgueros cogieran confianza y se acercaran a la jaula donde estaban los pequeños, piando insistentemente.
En un principio, los adultos rodeaban la jaula, la inspeccionaban y uno de ellos, siempre la hembra, salía volando rauda a buscar comida para los pequeños. Así comenzaba la ceba poco a poco entre los huecos de los alambres. Nosotros, con una emoción contenida, solo hacía falta mirarnos para dar la aprobación de que, en principio, habíamos hecho las cosas bien. Esperábamos medio escondidos a que anocheciera para tapar la jaula con un trapo grueso con la finalidad de que los pequeños no pasaran frío. También íbamos preparados con un plástico por si acaso llovía. Por supuesto, esto te obligaba a madrugar mucho para volver al nido y retirar el trapo a primera hora.
Con la jaula de zarza en zarza
Dejábamos la jaula con los pajarillos dentro durante dos días en el mismo sitio de su nacimiento con la intención de que los padres se acostumbraran a cebarlos y también no rechazaran nuestra presencia. El siguiente paso, era coger la jaula y llevarla 200 ó 300 metros en dirección al pueblo. Este primer movimiento de sacar la jaula del lugar de cría era muy delicado y había que realizarlo a primera hora de la mañana porque los padres todavía no estaban cansados.
Pero lo peor de esta estrategia de acercamiento a nuestra casa era que los jilguerillos no piaran pidiendo alimento, puesto que en ocasiones se asustaban mucho de nosotros, a pesar de portar la jaula tapada para que no se alborotaran. Aunque en ocasiones llegaron a angustiarnos, siempre había alguno que abría el pico para que sus padres se acercaran a darle comida. Y respirábamos profundamente.
Por otra parte, había que tener en cuenta la situación del árbol o zarza donde íbamos a posar la jaula, porque aunque Peñalén es un pueblo de montaña y refresca; cuando aprieta el calor a mediodía se hace sofocante y los pequeños podían morir de un golpe de calor
Poco a poco y con mucha paciencia ganábamos unos cuantos metros todos los días hasta las cercanías del pueblo. Aquí, también comenzaba una de las pruebas más duras de nuestro recorrido con la familia de cardelinas, que viene su nombre del latín carduelis (cardo), porque les gusta comer las semillas de algunos cardos.
Había que elegir la entrada del pueblo con más vegetación y, a la vez, la que menos gente frecuentaba. Siempre tuvimos miedo de que los padres, en un ambiente hostil, llegaran a aborrecer a los pequeños. En alguna ocasión, y cuando estábamos a punto de dar el último paso hasta colocarlos en una ventana de casa que estaba orientada al noreste y que daba al campo, se nos acercaba algún vecino para preguntarnos lo que hacíamos. Ni que decir tiene que siempre le mentíamos porque no iba a entender nuestra estrategia ni falta que hacía. Y si se ponía pesado, hasta utilizábamos malas formas para que se fuera de allí echando chispas.
Una vez colocada la jaula en la ventana y animados los pequeños jilgueros en su vocerío, los padres se colocaban en un cable de la luz a su altura, a escasos metros de la jaula. Y aquí comenzábamos a ver desde dentro de casa y tras una cortina, qué tipo de comida les daban en las cebas, con qué frecuencia se producían éstas, y quién de los dos padres era más fiel y constante en la atención a sus hijos.
Explicación:
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na vez localizado con antelación el nido de jilgueros, se seguía día tras día y se comprobaba cómo estaban de crecidas las crías. Y antes de que abandonaran el nido, se cogía éste con las crías dentro, se introducía en una jaula y se dejaba en la mata o árbol que habían escogido sus padres para criar. La maniobra no era fácil porque había que tapar rápidamente la boca por si acaso es escapaba algún pollo. Mientras tanto, los padres se mantenían a una distancia bastante cercana, emitiendo unas voces de alarma profundas y lastimeras.