como se relaciona libertad de vicentico y la isla desierta
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Respuesta:
Imagine, caro lector, una isla desierta a la que se envía quinientos individuos para vivir en ella. Van a estar incomunicados del resto del planeta, que, a efectos prácticos, deja de existir para ellos. Se les manda allí con la memoria borrada, sin instrucciones ni órdenes de ninguna clase, sin jerarquías, líderes ni dirigentes y sin más medios de supervivencia que sus propias manos y el entorno natural de la isla. ¿Qué sucederá? Muy probablemente habrá una discreta minoría que no cabrá en sí de gozo al saberse y sentirse libre, con todos los riesgos que ello entraña. Estas personas, llamémosles individuos “A”, se dispondrán de inmediato a construirse sus propias casas, a recolectar frutos para sí mismos y para comerciar con otros, a cazar o pescar. La gran mayoría de los individuos “A” vivirán su vida en paz, serán espontáneamente solidarios con quienes necesiten ayuda y, en general, se dedicarán a emprender las actividades y negocios que crean más eficaces para alcanzar un mayor bienestar. Naturalmente, de su creatividad, esfuerzo y suerte se derivarán a largo plazo situaciones de mayor o menor riqueza material. Pero al paraíso han llegado también, y no en pequeña proporción, los individuos “B”. Estos son hombres y mujeres recelosos de su propia autonomía y necesitados de normas, orden y disciplina, gobierno y liderazgo, una administración de justicia superior y un poder incuestionable, porque, careciendo de todo esto, se volverán holgazanes o cimentarán su bienestar en el hurto y el pillaje, que siempre es un camino más corto que el emprendido por los individuos “A”.
Y es entonces cuando hace su aparición la pequeña minoría que acabará adueñándose de la isla y reprimiendo tanto a los “A” como a los “B”. Son los individuos “C”, que tienen un sexto sentido natural para detectar y explotar el miedo de los “B” a la libertad. Así, les asustarán respecto a un supuesto dios que habita en el volcán de la isla e inventarán toda suerte de ritos, hechizos y conjuros para aplacar su ira, inventando la religión en la isla y viviendo del temor de sus convecinos. Y, también, comenzarán a imponer leyes y normas a los “B” y, sobre todo, a sus odiados “A”. Respaldarán su prepotencia legisladora en la fuerza o en la legitimidad popular, según el grado de refinamiento de los “C” insulares, pero en cualquier caso habrán dado lugar al gobierno en la isla. Y poco a poco, los “B” serán felices siervos protegidos por ese gran invento de los “C”, el Estado; y los “A” serán sometidos y forzados a tributar y a regirse por normas que invaden su libertad personal.
Ahora extrapolemos la situación de la isla, mutatis mutandis, al planeta Tierra. No hay una sola isla sino algo más de doscientas (los Estados soberanos de nuestro mundo). En unos la situación de los “A” es mucho mejor que en otros, pero en todos sin excepción los “A” no somos plenamente libres. Es una cruel contradicción que los individuos humanos, necesitados en múltiples maneras de su relación con otros individuos humanos, tengan sin embargo en el conjunto de miembros de su propia especie su mayor fuente de opresión. Cada cierto tiempo, en algún lugar del mundo, un individuo “A” logra romper las cadenas del colectivismo, como para recordar a todos los libres de espíritu que la guerra no está perdida y que vale la pena vivir para luchar por la libertad.
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