¿Cómo se ordenaron las ciudades durante el proceso de conquista?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
LA CIUDAD Y LA CONFIGURACIÓN DEL ESPACIO
Cada sociedad, en una época determinada y en el marco de un sistema económico específico, produce un cierto tipo de ordenamiento del espacio. Así como las estructuras económicas y sociales se transforman a lo largo de la historia, lo mismo sucede con las estructuras espaciales, las cuales interactúan permanentemente con las primeras.
En nuestro caso, igual que en el resto de Hispanoamérica, España dominó las áreas descubiertas fundando ciudades. Un nuevo núcleo urbano significaba la posesión de tierras y la sujeción de los pueblos que las habitaban. Desde las ciudades se organizaba la explotación de las regiones conquistadas y se administraban las unidades económicas.
En el actual territorio de Colombia, los conquistadores fundaron numerosos centros urbanos desde los cuales ejercían su poder, delimitados por un complejo sistema de circunscripciones de lugares, parroquias, villas y ciudades. La necesidad de mantener vínculos estrechos con la metrópoli hizo que los españoles otorgaran considerable importancia a ciertos núcleos urbanos, tales como puertos marítimos y fluviales, que actuaban como enclaves económicos y militares. Además, la distribución de los recursos económicos y demográficos también constituyó un criterio nada despreciable en el proceso de fundación de ciudades.
La idea de ciudad utilizada por España fue la de las ciudades de la meseta española, las cuales proveyeron el modelo para los núcleos urbanos en el nuevo mundo. En parte porque los colonos de la España central —Castilla, Extremadura, Andalucía— tuvieron una influencia determinante en la colonización ultramarina, y también porque las normas de la conquista de América obedecieron a fuerzas y a circunstancias análogas a las de la reconquista ibérica de las zonas ocupadas por los moros.
El contraste entre las ciudades hispanoamericanas y las del resto del continente —de origen inglés, holandés, alemán y lusitano— es simbolizado por el trazado físico. El “tablero de ajedrez” español tiene antecedentes medievales, pero sólo alcanza su apogeo en el Renacimiento. Este aspecto es tan marcado que cierto autor afirma que “una ciudad hispanoamericana es una plaza mayor rodeada de calles y casas, antes que un conjunto de casas y calles en torno de una plaza mayor”.
Desde el comienzo, en la Colonia temprana, la primacía urbana, en cierta medida, fue independiente del peso específico de sus habitantes. En otros términos, no se puede hacer depender la importancia de una ciudad de la correlación población urbana-población rural. Son otros los factores que allí actúan; el principal es el político. El historiador George Duby, en el prólogo a la Histoire de la France urbaine, propone la siguiente visión sobre la ciudad:
George Duby, Histoire de la France urbaine. Tomo I. París, Seuil, 1980, p. Esta definición de (...)
A lo largo de toda su historia, la ciudad no se caracteriza ni por el número de sus habitantes, ni por las actividades de los hombres que allí residen, pero sí por sus rasgos particulares de estatus jurídico, de sociabilidad y de cultura. Estos rasgos derivan del rol primordial que desempeña el órgano urbano. Este rol no es económico, es político. La ciudad se diferencia del medio que la circunda, y en éste ella es el punto de residencia del poder. El Estado crea la ciudad. Sobre la ciudad el Estado toma lugar4.
Debido a este carácter, la ciudad asumió el papel de ser un gran escenario donde se representaba el poder, y por ello el espacio urbano se dispuso de cierta manera. Por sus estructuras, la ciudad mostraba lo que se concebía como el orden: los ángulos rectos, las aguas canalizadas, los emblemas como las plazas y las fuentes surgieron como las victorias de la cultura sobre la naturaleza. El esplendor de la vida urbana se proyectaba en el campo, el cual producía para la ciudad alimentos y materias primas, además de pagar impuestos. Esta riqueza se acumulaba en la ciudad. La ciudad atraía la opulencia y a los hombres que producían esta opulencia.
Gracias a estos lazos políticos, económicos y culturales, donde lo religioso ocupaba un puesto muy importante, se afianzaban las estructuras de dominación y de explotación. Al incorporar la religión al Estado, y con ello el Estado colonial español adquirió un marcado rasgo teocrático, los lazos que creaban las diversas órdenes religiosas contribuyeron a configurar en la larga duración una red urbana. Merced a la red de obispados, curatos, parroquias y misiones, se armó otra red reguladora de poder, donde el poder urbano, el del obispo, ampliaba progresivamente la presencia de la Iglesia a través de nuevos núcleos urbanos y de parroquias rurales. Recordemos que en la simbología urbana, el templo con su campanario ocupaba un lugar primordial, a tal punto que cuando se fundaba un poblado, lo primero que se erigía era la iglesia con su campanario.
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