como se logro transformar estos rasgos antidemocraticos
Respuestas a la pregunta
Uno de mis temores recurrentes, cuando soy espectador de movimientos populares como los que hemos visto durante los últimos meses, desde los agrupados bajo el adjetivo de Primavera Árabe, pasando por las protestas de los indignados españoles, o las de los indignados israelíes; incluyendo las de los estudiantes chilenos que reclamaban gratuidad de la educación, y las de los que agrupados bajo la consigna Occupy Wall Street (OWS), dicen representar al 99 por ciento de la población, es el riesgo de que en fases más avanzadas, cualquiera de estos procesos, ahora frescos, pacíficos, autónomos e independientes sean secuestrados por un líder autoritario de pensamiento radical que convenza a los manifestantes de que la existencia, actuación o discurso de cierto grupo de las sociedades en las que éstos tienen lugar constituye un factor perturbador que impide lograr un arreglo político y económico consistente con el máximo disfrute, para el mayor número de individuos, dado cierto nivel de riqueza existente o la que se pueda crear con éstos.
Aunque el camino entre un movimiento social pacífico y un odio genocida toma años, por no decir décadas, uno siempre debe estar alerta, ante la aparición, en sociedades fuertemente polarizadas, de una sensación de malestar, una desorientación con visos de frustración, mezclada con algo de rabia, pues todos esos rasgos se pueden convertir, primero en una antipatía, luego un resentimiento y finalmente un odio hacia cierto grupo social.Por largo que sea el camino, uno debe tratar de impedir a toda costa ese proceso de evolución porque luego los costos de erradicarlo son muy altos. El odio hacia un grupo étnico, social, económico, profesional, religioso, puede gestarse rápida o lentamente. Procesos como el apartheid de Suráfrica, o el racismo que hasta hace pocas décadas estaba arraigado en varias ciudades del Sur de Estados Unidos, tomaron tiempo para diluirse, desaparecer o dejar de tener un efecto explícito sin consecuencias legales y sin sanciones morales.
En Venezuela, desde que comenzó el gobierno de Hugo Chávez, en 1998, la forma de gobernar cambió muy rápido. Evolucionó desde los restos muy deteriorados de una democracia pactada (en The Paradox of Plenty, su autora, Terry Karl, la define como “aquellos sistemas democráticos establecidos mediante negociaciones y compromisos durante procesos de transición de gobiernos autoritarios”. Para Karl la democracia del Puntofijismo sería un caso típico de esta clase de gobierno), que había funcionado muy bien como transición a la democracia desde la dictadura perzjimenista, a un populismo militarista con aspiraciones autoritarias articulado alrededor de un líder carismático. Pero había un elemento ajeno a la forma de hacer política en Venezuela que con los años se ha transformado en lo que en la actualidad mucho conocen como discurso del resentimiento y el odio, que ha generado una violencia distinta. En mis lecturas sobre la democracia, me topé con un libro de Chantal Mouffe (The Return of the Political, 1993) que hablaba sobre Carl Schmitt. Al comenzarlo a leer pensé que habían elementos de la filosofía política de Schmitt en el estilo de gobierno y el discurso político de lo que a lo largo de los años se ha instituido en Venezuela como el regimen chavista. En lo que sigue desarrollo brevemente un argumento sobre cómo las ideas de Schmitt constituyen una de las más serias amenazas a la tradición liberal) a la que nuestra democracia está fuertemente asociada) y cuál es una posibilidad de protegerse contra esa amenaza... espero que te sirva :)
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Con la revolución
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