como se llama el tratado que escribio nicolas maquiavelo
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El príncipe es un tratado de teoría política escrito por Nicolás Maquiavelo en 1513, mientras este se encontraba encarcelado en San Casiano por la acusación de haber conspirado en contra de los Médici. El libro fue dedicado a Lorenzo II de Médici, duque de Urbino, en respuesta a dicha acusación, a modo de regalo. Se trata de la obra de mayor renombre de este autor, aquel por la cual se acuñaron el sustantivo maquiavelismo y el adjetivo maquiavélico.
Respuesta:HACE QUINIENTOS años Maquiavelo, exiliado en la villa de San Casciano cerca de Florencia, meditaba sobre la condición humana. De aquellas noches en las que el pensador se despojaba de la ropa de cada día «llena de fango y porquería» después de trabajar talando un bosque y se ponía «paños reales y curiales» nació El Príncipe, una obra que acaba de cumplir cinco siglos de absoluta vigencia.
El Príncipe es un tratado sobre el poder, un manual para justificar acciones inmorales como presuntas virtudes del que gobierna. A pesar de que la obra fue reprobada desde los tronos y sillas del poder, en el fondo ha funcionado como el catecismo de las oligarquías. Así lo escribió el padre Feijoo en su Teatro Crítico Universal: «Todo el mundo abomina el nombre de Maquiavelo, y casi todo el mundo le sigue».
Lo estremecedor o perverso, según se mire, es que al cumplirse cinco siglos de este tratado su pervivencia sea tan aplicable al presente. ¿Habría imaginado Maquiavelo que su obra sería un clásico imperecedero? ¿Pensó en algún momento que reflexionaba para la posteridad en aquellas largas noches de San Casciano? Maquiavelo escribía sin saberlo el libro del futuro durante su retiro, cuando buscaba la compañía de los hombres antiguos en los libros tal y como relataba en una carta a su amigo Francesco Vettori escrita un frío mes de diciembre de hace exactamente quinientos años. Un tema, por cierto, que inspiró a José Ángel Valente un hermoso poema de aire clásico: «Vengo a la compañía de los hombres antiguos/ que en amistad me acogen/ y de ellos recibo el único alimento/ sólo mío, para el que yo he nacido».
No parece haber pasado el tiempo para esta obra que se diría escrita ayer mismo como la reflexión de alguien que observa y lee titulares aún con tinta fresca. Época maquiavélica ésta de tiranos disfrazados con elegantes trajes de ética democrática, de cínicos que justifican el latrocinio y el saqueo, de corruptos que devoran los pilares del sistema sin mala conciencia.
Cada línea de El Príncipe es un guiño a la espuma de los días. Claro que escribía el erudito que la crueldad tenía que ser inteligente y que entre los animales el gobernante debía buscar la astucia del zorro y la fuerza del león. Pero ¿existen hoy malvados inteligentes entre los oligarcas?
Qué duda cabe que los hijos de Maquiavelo no gozan del don de la sabiduría ni de la elocuencia. Por eso duele más que lo perverso se esconda al amparo de la estulticia. Son fantoches que persiguen el poder y sin ética admiten que la razón de Estado y su supervivencia justifican cualquier medio, aunque en realidad estén hablando del bien propio. Por eso sobre las páginas de este libro parece no haberse posado el polvo, ni la tiniebla de las bibliotecas, ni el olvido de cinco siglos. Triste paradoja.
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