Historia, pregunta formulada por vndopan, hace 1 mes

Cómo se llama a la exageración del nacionalismo?

Respuestas a la pregunta

Contestado por sebasfj14012009
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Respuesta:

Nacionalista es el individuo que hace del nacionalismo una gran parte de su historia. Nacionalismo es la reacción que lleva a exaltar los valores nacionales, que son esos recursos sociales que configuran una país.  

¿Dónde está el problema del nacionalismo? ¿No es acaso bueno para el individuo sentirse incorporada en la sociedad en la que vive? Más aun, ¿no es acaso bueno sentirse afectivamente incorporada y, debido a lo cual, preocuparse por que los valores de su sociedad tengan vigencia y desarrollo? Exageraciones aparte, que son simples de señalar, el compromiso de el individuo con los valores de su sociedad es bueno para el individuo y primordial para la sociedad.  

El problema nace a partir del instante en que el nacionalista sospecha que sus valores justifican la coacción para imponerse a quienes no los comparten o a quienes los comparten sin embargo no en el nivel primordial. Es un gravísimo problema, pues degenera hasta en el crimen terrorista que implica una previa reacción de odio del nacionalista. Empero, aun cuando un definido nacionalismo tome la manera de desplazamiento ajeno a la violencia física, es además un gravísimo problema una vez que acepta sin escrúpulos la violencia moral contra quienes, viviendo en la país, no comparten la reacción nacionalista.  

Bastantes nacionalistas pacíficos, para quienes la coacción sin más, la violencia directa, no parece razonable, recurren a la exclusiva coacción aceptable en una sociedad civilizada: la coacción política. El nacionalismo, que en inicio es un producido cultural, se hace problema una vez que ingresa en el campo político y se arma, o busca armarse, con la coacción revestida de legitimidad, o sea, con el poder político. Inclusive el terrorista justifica su maltrato pues espera que cualquier día su plan nacionalista se encuentre sustentado por la coacción política legítima, que, a forma de bautismo cívico, perdonaría todos sus anteriores pecados.  

Una vez con las armas del mandato legal en sus manos, la dinámica política nacionalista, sedicente pacífica, desvela su entraña agresiva y acude sin tapujos a la coacción, imponiendo conductas y cercenando libertades. El nacionalismo que aquí criticamos desea obligar el reinado de la uniformidad nacional en su sociedad y, de modo que, se transforma en problema para quienes no participan de dicha misma reacción. Respecto de quienes no comparten la fe nacionalista, el nacionalismo busca asimilarlos o empujarlos hacia las regiones marginales de la sociedad. En un juicio desapasionado, parece evidente que el nacionalismo catalán (¿sólo el catalán?) aspira que el castellano quede limitado a una lengua marginal, usando para eso la coactividad del poder político.  

Quienes creemos en la democracia como sistema de independencia en la diversidad poseemos que denunciar la carga de agresividad, donde de forma fácil se incuba el odio, que todo nacionalismo político lleva en su interior. Hoy, una vez que las comunidades son democráticas y multiculturales, el nacionalismo político es un grave problema, ya que amenaza justamente la convivencia democrática en equidad y independencia.  

No son demócratas, ya que tal nacionalismo no posee alma liberal, sino totalitaria; no desea una sociedad plural, sino uniforme.  

Que los nacionalistas se pregunten si permanecen dispuestos a abandonar la coacción para obligar sus valores, o sea, si permanecen dispuestos a dejar a la sociedad en independencia para que cada cual escoja su especial modo de vivir en tranquilidad en dicha sociedad. Entonces el nacionalismo habría dejado de ser problema.

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