¿Cómo pueden los límites éticos del desarrollo tecnológico asegurar la no cosificación del ser humano?
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Desde el descubrimiento del fuego al hallazgo de la penicilina, desde la fabricación del hacha primitiva para matar animales hasta la construcción de las primeras lentes microscópicas o telescópicas que nos llevan ahí donde no podemos llegar. El ser humano ha evolucionado de la mano del conocimiento científico y tecnológico que ha ido adquiriendo durante siglos sin descanso. Pero ¿hasta cuándo? ¿Hasta dónde?¿Dónde están los límites del ser humano? Esa evolución permanente de la especie que desafía incluso a las leyes de la naturaleza perpetuando la vida, por ejemplo, más allá de lo que dicta el orden natural —conectando a un enfermo terminal a una máquina de respiración asistida o simplemente incrementando constantemente la esperanza de vida—, ¿a dónde puede llegar?