Cómo podemos relacionar los procesos productivos del hombre con el cambio climático
Respuestas a la pregunta
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al construir fabricas que dañen el aire, la tala ilegal de arboles y la caza de animales.
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A estas alturas no hay casi nadie en la Tierra que no se haya encontrado alguna vez con las palabras calentamiento global. Aparecen casi a diario en los periódicos y en la televisión. Cada año se publican decenas de libros e innumerables revistas sobre el tema. Ostento el dudoso honor de haber sido el primero en usarlas, en un artículo que publiqué en 1975 en la revista Science, llamado «Climate Change: Are We on the Brink of a Pronounced Global Warming?» [Cambio climático: ¿estamos al borde de un calentamiento global pronunciado?]. En él explicaba por qué, a pesar del aumento continuo del CO2 en la atmósfera, la temperatura de la Tierra se mantuvo prácticamente constante entre 1940 y 1975. Formulé mi hipótesis basándome en la ampliación de las periodicidades de 80 y 180 años en los registros del isótopo de oxígeno en los núcleos de hielo del Camp Century en Groenlandia antes de la revolución industrial. Se creía que los niveles del isótopo de oxígeno en el hielo eran un indicador de la temperatura del aire, por lo que se sugirió que el calentamiento por CO2 provocado por el hombre que se suponía que debía haberse dado había sido compensando por un enfriamiento natural. Es más: si ése era el caso, la Tierra estaba a punto de dar un giro radical, ya que en 1975 el enfriamiento natural estaba a punto de convertirse en un calentamiento natural. De ser así, la naturaleza se aliaría con el CO2 producido por el hombre, y la Tierra se calentaría. Ha resultado que mi predicción era acertada. Un año después de que publicase mi artículo la Tierra empezó a calentarse, y ese calentamiento se ha prolongado hasta el día de hoy. Pero ha sido una desilusión comprobar que los ciclos de 80 y 180 años, tan visibles en los registros del norte de Groenlandia, no han aparecido en ninguna muestra climática posterior (incluidas aquellas extraídas de núcleos de hielo en el centro y el sur de Groenlandia).
Para reforzar sus tesis, aquellos que niegan el calentamiento global se apoyan en ese estancamiento de la temperatura para mantener que el calentamiento global es poco más que una tormenta en un vaso de agua. Indican con el mismo vigor el avance de los glaciares de montaña que se produjo en los siglos xvii y xix y las condiciones cálidas que permitieron a los vikingos colonizar Groenlandia mil años antes como pruebas de que no hay que culpar al CO2. Prefieren creer que es todo natural, quizá provocado por el Sol.
Aquellos de nosotros que creemos firmemente que el CO2 ha calentado y seguirá calentando el planeta consideramos que los cambios climáticos del pasado son fluctuaciones de base que, con toda certeza, se seguirán produciendo. Es más, creemos que los efectos del CO2 y otros gases de efecto invernadero aún no son lo suficientemente intensos como para sacarnos de las fluctuaciones naturales. Pero es probable que hayamos asistido a los últimos estancamientos y descensos naturales, y que estas subidas y bajadas conformen la curva de un calentamiento continuo.
Si el CO2 y otros gases de efecto invernadero producidos por el hombre (como el metano, el óxido nitroso, los CFC [clorofluorocarbonados]…) fuesen los únicos involucrados, nuestro impacto sobre la temperatura de la Tierra no sería tan preocupante. Pero se produce una violenta reacción. Al calentarse el planeta aumenta la presión del vapor de agua. Al haber una cantidad de moléculas de agua mucho mayor que la de moléculas de CO2 o, en este caso, de cualquier otro gas de efecto invernadero, éstas controlan la capacidad de la atmósfera de capturar la luz emitida por la superficie terrestre (como los rayos infrarrojos). Por cada grado centígrado de aumento de la temperatura terrestre, la presión del vapor de agua aumenta un 7% y, consiguientemente, la cantidad de vapor de agua en la atmósfera aumenta en una proporción similar. Eso multiplica por tres el impacto primario de los gases de efecto invernadero producidos por el hombre. Por ello, con la duplicación del contenido atmosférico de CO2 —de las 280 ppm (partes por millón) de la era preindustrial a las 560 ppm que probablemente alcancemos (o rebasemos) a finales de este siglo—, lo más seguro es que el planeta se caliente unos 3,6 ºC en vez de los 1,2 ºC que provocaría por sí solo el aumento del CO2.
Sólo conozco a un científico de reputación indiscutida que niegue el papel del vapor de agua en el aumento del calentamiento por CO2. Es Richard Lindzen, físico atmosférico de renombre que trabaja en el MIT (Massachusetts Institute of Technology).
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