Geografía, pregunta formulada por manzaneljulieta, hace 9 meses

¿cómo nos puede afectar la postura en la pandemia? pliis ayuda es para hoy es urgente que me ayude alguien que de verdad sepa esto​

Respuestas a la pregunta

Contestado por Solanodafny
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Respuesta:

en la economía del mundo  

Explicación:

Contestado por Vili10
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Desde que estalló la epidemia por el COVID-19, los acontecimientos se suceden con tanta rapidez que no nos da tiempo a pensar sobre su alcance. Es la primera gran epidemia mundial que se sigue en directo y por streaming: la información llega de tantos frentes y es tan voluminosa que no podemos asimilarla. Bulos y contrabulos circulan por las redes sociales y medios de comunicación sin ningún tipo de criba, minando nuestra credibilidad. Lo que ahora es cierto, en unas horas deja de serlo. Los comunicados e instrucciones de las autoridades sanitarias y de los gerentes se suceden con un paroxismo inaudito. Sin quererlo, nos hemos contagiado por esta epidemia de miedo, incertidumbre y confusión, y trasladamos esta angustia a nuestros y nuestras pacientes y compañeros y compañeras de trabajo. No recibimos una noticia buena, todo nuestro input reafirma un estado mental de alerta continua que enerva nuestros ánimos y reduce nuestra capacidad de respuesta.

 

La pandemia por el COVID-19 está poniendo en jaque a todo el sistema sanitario, a toda la sociedad entera y a cada uno de nosotros. Sin embargo, si nos abstraemos de este funesto panorama y miramos los acontecimientos con ojos curiosos, podemos concluir que la epidemia y la respuesta desigual y dispar de las naciones va a suponer el mayor experimento social de la historia reciente de la humanidad sobre el efecto de las pandemias. A pesar de que la respuesta de los países está siendo tan diferente, hay algunos elementos comunes desde que esta crisis explotó: alrededor de ella se está construyendo un relato biologicista, con una retórica belicista y la solución ofrecida está siendo principalmente hospitalcentrista.

 

En cuestión de tan solo un fin de semana, lo que el fatídico viernes 13 de marzo venía a ser un día normal de consulta en miles de centros de Atención Primaria (AP) en España, de repente, ha dado un giro radical. La AP entera, tal y como la conocemos, ha quedado en suspenso. Nuestros y nuestras pacientes no saben qué hacer ni a dónde acudir. Nosotros nos sentimos desubicados. La sociedad espera de los y las profesionales sanitarios actitudes dignas de superhéroes, pero solo somos personas y nos sentimos vulnerables. Los valores de la AP (longitudinalidad, accesibilidad, coordinación, integralidad, continuidad asistencial, resolutividad) están en entredicho1.

 

Sin embargo, la AP está demostrando muchas cosas en esta crisis del COVID-19. La primera, nuestra espectacular capacidad de respuesta. Desde el aterrizaje de la epidemia en España, los y las médicas de familia hemos sido los primeros en detectar casos, asegurar cuarentenas y detectar potenciales complicaciones. Y la segunda, nuestra capacidad de cuidado. Sin salir de los territorios que habitan, las personas han tenido al otro lado del teléfono una voz cercana que les tranquilice o les movilice, que les reafirme en su buen hacer durante este período excepcional que vivimos. Nadie más se está acercando a las casas y las calles como nosotros.

 

Hace apenas 15 meses, la AP estaba en pie de guerra. Hartos del olvido institucional, la falta de recursos y de personal, en todos los rincones de la geografía se sucedían protestas donde todos los compañeros y compañeras recobramos la unidad y la energía que desde hacía más de una década parecía adormilada. El tiempo ha ido pasando, la falta de respuesta a las reivindicaciones ha llevado a la AP a su enésima revuelta fallida y la desilusión de nuevo campa a sus anchas. Y en este contexto, nos vemos con otra prueba de fuego que va a sacar lo mejor y lo peor de nosotros mismos y de nuestra sociedad.

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