cómo los afrodescendientes hacen las protestas
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Como líderes de alto nivel de las Naciones Unidas de descendencia africana, las últimas semanas de protestas por el asesinato de George Floyd a manos de la policía nos han llenado a todos de indignación por la injusticia del racismo que continúa siendo generalizado en nuestro país anfitrión y en el mundo entero.
Jamás serán suficientes las palabras para describir el profundo trauma y el sufrimiento intergeneracional resultantes de la injusticia racial perpetrada a lo largo de siglos, particularmente en contra de las personas afrodescendientes. La mera condena de las expresiones y actos de racismo no basta.
Debemos ir más allá y hacer más.
El Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, afirmó que "necesitamos alzar la voz en contra de todas las expresiones de racismo y todos los casos de comportamiento racista". Después del asesinato del Sr. George Floyd, la consigna de que "Las Vidas de las Personas Negras Importan", que resuena en todos los Estados Unidos y el mundo entero, es más que un lema. De hecho, no sólo importan, son fundamentales para el logro de nuestra dignidad humana común.
Ha llegado el momento de pasar de las palabras a la acción.
Nuestra deuda con George Floyd y todas las víctimas de discriminación racial y brutalidad policial es desmantelar las instituciones racistas. Como líderes del sistema multilateral, estamos convencidos de que nos corresponde hablar a nombre de aquellas personas cuyas voces han sido silenciadas, además de promover respuestas eficaces que contribuyan a combatir el racismo sistémico, un flagelo mundial que se ha perpetuado por espacio de siglos.
El estremecedor asesinato de George Floyd tiene sus raíces en una serie de cuestiones más amplias y recalcitrantes que no desaparecerán si las ignoramos. Es momento de que la Organización de las Naciones Unidas intervenga y actúe de manera decidida para contribuir a poner fin al racismo sistémico en contra de las personas afrodescendientes y otros grupos minoritarios a través "del desarrollo y el estímulo del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales de todos, sin hacer distinción por motivos de raza, sexo, idioma o religión", tal como se estipula en el artículo 1º de la Carta de las Naciones Unidas. De hecho, el fundamento de las Naciones Unidas es la convicción de que todos los seres humanos son iguales y tienen derecho a vivir sin temores de persecución.
Fue en el momento más crítico del movimiento por los derechos civiles en los Estados Unidos y durante la emergencia de las naciones africanas independientes poscoloniales que se sumaron a las Naciones Unidas, que entró en vigor la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial (ICERD) en el año de 1969.
Este fue un momento crucial en la historia. El colapso del apartheid en Sudáfrica, impulsado en parte por las Naciones Unidas, fue uno de los logros de mayor orgullo para la Organización.
Los derechos humanos y la dignidad de las personas de raza negra en el África, lo mismo que de toda la diáspora africana, resonaron como una poderosa señal para las generaciones futuras en el sentido de que las Naciones Unidas jamás habrían de hacer caso omiso de la discriminación racial o tolerar la injusticia y el fanatismo al amparo de leyes injustas. En esta nueva era, y en ese mismo sentido, las Naciones Unidas deben hacer uso de su influencia para recordarnos, una vez más, la tarea inconclusa de erradicar el racismo y exhortar a la comunidad de las naciones a eliminar la mancha del racismo en la humanidad.
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