como interpretan ellos el rol de la mujer, el hombre, la naturaleza, el trabajo, el hogar, la divinidad?
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Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Desde el nacimiento, hombres y mujeres presentan una diferenciación
clara desde el punto de vista biológico; sin embargo, las variantes comportamentales, sentimentales y de pensamiento se atribuyen más a la
influencia de la cultura. Se estima que unos y otras tienen las mismas
emociones y sentimientos, y potencialmente la misma capacidad mental. Por tanto, las diferencias convencionales en prioridades, preferencias, intereses y ocupaciones se deben al condicionamiento parental, educacional y sociocultural (Lamas, 2002).
De esta forma, múltiples culturas adoptaron una forma específica
de organización de la división sexual del trabajo. Según esta, le correspondió a la mujer el espacio del hogar por su capacidad para gestar y
amamantar a los hijos debido al cuidado que estos requieren, se le asignó
el tiempo en que era imprescindible su presencia, e incluso más. Por su
proximidad espacial, se ocupó del resto de las funciones vinculadas al
espacio de la casa, mientras que el hombre se dedicara a la agricultura,
la cacería, la domesticación de animales y la guerra. Por ello, las muje-
res, hasta hoy, han sido educadas sobre todo para las labores domésticas y el cuidado y la educación de los hijos, en comparación con los hombres, que lo han sido para ser los proveedores y protectores del hogar
(Valdez-Medina, Díaz-Loving y Pérez, 2005).
Esta perspectiva tradicionalista, cargada de normas, creencias y
valores, dominante en la cultura mexicana hasta los años cincuenta,
pretendía resolver de modo rutinario los imperativos fundamentales de
la existencia, delimitando de un modo preciso los roles genéricos, lo que
agudizó las diferencias entre hombres y mujeres (Reidl, Valencia, Vargas
y Sierra, 1998).
De esta forma surge una clara diferenciación: mientras que el sexo
es una categoría biológica, con el concepto de género se hace referencia
a la construcción social del hecho de ser hombre o mujer, las expectativas y valores, la interrelación entre hombres y mujeres y las diferentes relaciones de poder y subordinación existentes entre ellos en una sociedad determinada (Arellano, 2003).
Cabe mencionar que dicho término se vio fortalecido en la década
de los sesenta gracias a la revolución sexual y a las aportaciones de las
autoras encuadradas dentro de la llamada “segunda ola” de los movimientos feministas, quienes se sintieron beneficiadas con el cambio de
sexo a género, ya que con este último término podían poner de manifiesto que esos significados varían de acuerdo con la cultura, la comunidad,
la familia, las relaciones interpersonales y las relaciones grupales y normativas, en cada generación y en el curso del tiempo (Fernández, 2000).
A partir de tal denominación, aparecen los estereotipos, que son
el conjunto de creencias existentes sobre las características que se consideran apropiadas. Estos serían la feminidad para ellas y la masculinidad para ellos. Los estereotipos crean a su vez los roles de género, es decir, la forma en la que se comportan y realizan su vida cotidiana hombres y mujeres, según lo que se considera apropiado para cada uno (Magally, 2011). Sin embargo, con el paso del tiempo, los avances en la ciencia y la tecnología, así como las propuestas de los movimientos feministas y posmodernos, favorecieron la participación activa de la mujer en
la vida socioeconómica, política y cultural del país (Instituto Nacional de
Estadística, Geografía e Informática, 2010). Tal situación ha provocado
cambios radicales en la concepción de la estructura tradicional de ambos sexos, permitiendo y promoviendo nuevas alternativas para la distribución equitativa de las tareas domésticas, de crianza y laborales.