Derecho , pregunta formulada por DemonQueen, hace 1 año

¿Como influye la autonomia en la sociedad?

Respuestas a la pregunta

Contestado por zlmary
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Empezaré diciendo que, según mi opinión, no se puede hablar de moralidad hasta que el sujeto humano desarrolla las capacidades cognitivas necesarias que le permiten comprender en toda su extensión simbólica conceptos como bien y mal, bueno y malo, aceptable y rechazable, válido e inválido, o si se quiere, conceptos como premio y castigo, pecado y salvación, aunque estos segundo no dejen de ser una aplicación práctica de aquellos primeros. Hasta que esto ocurre el niño puede ser condicionado a actuar de una u otra manera, al igual que pueden ser condicionados los animales, pero no es capaz de entender el simbolismo que se encierra en cada uno de estos conceptos de aplicación mental. Cuando un niño menor de seis años modifica sus hábitos de comportamiento en función de los premios o los castigos -en sus diferentes variantes- que reciba por parte de las personas de su entorno, realmente no está siendo consciente de actuar en un sentido moral, si no que, al igual que muchos animales domesticados, simplemente se limita a actuar de manera mecánica en función del premio o el castigo que pueda recibir después de sus acción. Sin embargo, es a partir de la entrada en el proceso de formación de las estructuras secundarias, cuando el desarrollo cognoscitivo del sujeto permite al niño comenzar entender el significado de los valores morales, dejando con ello de actuar mediante la simple mecánica de acción-represión propia de la etapa anterior, e incorporando a sus planteamientos mentales todos los conceptos morales que le han de acompañar a los largo de su vida. Será sobre las polaridades bueno-malo, aceptable-rechazable, que el sujeto condicione el desarrollo de su estructura moral, y el simple hecho de adquirir el niño una comprensión simbólica de estos conceptos servirá para modificar su actitud frente a los actos que ha de realizar en un futuro y que puedan implicar un comportamiento susceptible de ser juzgado bajo estos criterios por los demás. Fundamentalmente el niño tendrá muy en cuenta la reacción familiar y social que sus actos puedan tener en el mundo, y a partir de ello irá paulatinamente forjando su propia imagen del respeto por sí mismo y del respeto por los demás. Por ello, deberíamos considerar el yo moral, como aquella parte del yo psicológico donde el sujeto encierra la información relacionada con sus juicios de valor sobre lo bueno y lo malo, lo aceptable y lo rechazable, así como el resultado que el entorno exterior espera de la aplicación conductual de estos juicios por el propio sujeto. Normalmente cada sujeto suele establecer su propio criterio más o menos flexible sobre lo bueno y lo malo, lo aceptable y lo rechazable, aunque suele existir en toda cultura una moralidad más o menos imperante que finalmente acaba por condicionar la moralidad de los individuos que la componen. Desde luego no podemos olvidar que esta relación entre la moral y la cultura viene determinada por la naturaleza misma del simbolismo encerrado en los criterios que el niño aprende en torno a lo bueno y lo malo, lo aceptable y lo rechazable, ya que al ser estos polaridades que actúan sobre los comportamientos humanos y estar sujetos a la emisión de juicios de valor respecto de ellos, lo primero que el propio niño necesita, para poder no solo entenderlos si no también aplicarlos en su propia vida, es aprender en base a qué criterios se fundamenta esta polaridad, es decir, ¿en relación a qué lo bueno y lo malo?; ¿cuál es la norma o el criterio para señalar la bondad o la malicia de un acto? Por supuesto, el niño no puede acudir a sus propias fuentes para responder a estas preguntas, con lo cual se le hace necesario acudir a las fuentes externas que están representadas tanto en las respuestas familiares como en los valores sociales imperantes
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