¿Cómo influye de forma positiva, la actitud egoísta del hombre para generar el bien común?(desde el punto de vista económico)
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
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2. LA CONCEPCIÓN DEL HOMBRE EN EL SISTEMA
ECONÓMICO
Mientras la situación económica de las naciones dependa del estado de los
conocimientos físicos, es un asunto para las ciencias físicas y las artes que en
ellas se basan. Pero en tanto que las causas sean morales o psicológicas, y
dependan de las instituciones y relaciones sociales, o de los principios de la
naturaleza humana, su investigación incumbe no a las ciencias físicas, sino a
las morales y sociales, y es el objeto de lo que se llama economía política.
John Stuart Mill
Al ser el hombre sujeto y objeto último de la economía, es necesario tener bien claro
que cualquier estudio sobre la naturaleza de esta ciencia presupone una concepción
del hombre mismo: qué es el hombre, cuál es su comportamiento económico, qué se
debe esperar de él, qué es lo que necesita.
Este trabajo no pretende revisar exhaustivamente cuál ha sido la visión que del
hombre han tenido todos aquellos que a lo largo de la historia han ido construyendo
el pensamiento económico, sino tan sólo revisar brevemente las concepciones
antropológicas de los fundadores de las principales escuelas, la clásica, de Adam
Smith, y John Stuart Mill, como puente hacia el neoclasicismo; y la escuela
socialista, de Carlos Marx, para luego contrastarla con la visión que del hombre
tiene la Iglesia católica.
Con la publicación, en 1776 de la Investigación sobre la naturaleza y las causas de
la riqueza de las naciones, el inglés Adam Smith puso las bases del sistema clásico
de la economía. Smith se ubica en la línea que ya venían marcando los fisiócratas
franceses, siendo, además, un gran observador de la realidad económica de su época.
El sistema de Adam Smith combina una teoría de la naturaleza humana y una teoría
de la historia con una forma peculiar de teología natural (la doctrina greco-
escolástica del derecho natural1
), y algunas observaciones prácticas sobre la vida
económica.
La doctrina de Smith contiene tres puntos importantes: la división del trabajo, la
determinación de los precios y la asignación de recursos, y el crecimiento
económico. Él, además, muestra una profunda creencia en la libertad personal, y
resalta la importancia del crecimiento económico en tanto está orientado hacia el
bienestar humano.
1
Igual que para los fisiócratas, para Adam Smith el derecho natural refleja la mente de Dios,
Creador de todas las cosas, por lo tanto, es superior al derecho positivo, y debe estar por encima de
éste lo más que sea posible en las más de las diferentes áreas de la actividad humana.
sosteniendo el principio clásico del laissez faire.
Ahora bien, el punto central de la concepción antropológica de Adam Smith es el
egoísmo. Y esta realidad de la naturaleza humana la expone con claridad no sólo en
la Riqueza de las naciones, sino que ya la había desarrollado antes en su obra
precursora Theory of Moral Sentiments.
Afirma Simth:
Cada individuo intenta [mediante el empleo de su capital] que el ingreso anual
de la sociedad sea tan grande como pueda. Por regla general, no intenta
promover el bienestar público, ni sabe cuánto está contribuyendo a ello.
Prefiriendo apoyar la actividad doméstica en vez de la foránea, sólo busca su
propia seguridad, y dirigiendo esa actividad de forma que consiga el mayor
valor, sólo busca su propia ganancia, y en éste como en otros casos está
conducido por una mano invisible que promueve un objetivo que no entraba en
sus propósitos. Tampoco es negativo para la sociedad que no sea parte de su
intención, ya que persiguiendo su propio interés promueve el de la sociedad de
forma más efectiva que si realmente intentase promoverlo.2
De donde se desprende que para Smith el egoísmo no sólo es parte de la naturaleza
del hombre, sino que es uno de sus elementos positivos. La gran paradoja de esta
concepción es que el egoísmo conduce por sí mismo al bien común, lo que refleja la
armonía natural que fundamenta al mundo económico. De aquí que sean
innecesarias e incluso indeseables las intervenciones del gobierno.
2
Adam Smith, La riqueza de las naciones, p. 503-504; citado por Robert Ekelund¸ Historia de la
teoría económica y de su método, 3ª ed., MCGraw -Hill, España, 1995.