cómo han cambiado el papel de la mujer en los ámbitos económico y cultural desde la época colonial hasta la actualidad
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Se escuchan muchos comentarios, normalmente indulgentes, sobre las diferentes iniciativas dirigidas a incrementar la presencia de las mujeres en distintas instancias, en especial en puestos de alta dirección, y a fomentar la igualdad laboral. La impresión que se deduce es que la gente percibe algunas iniciativas como caprichosas: como si su única finalidad fuera asegurar que la proporción que representan las mujeres en la sociedad se respete en los estratos superiores de gobierno, sea de empresas sea de países, y como si la igualdad definida en la nueva ley se viera lejana en la realidad.
Sin embargo, hay que señalar que una mayor participación femenina en la vida económica constituye un elemento contrastado que contribuye al desarrollo económico. En primer lugar, está demostrado empíricamente que la tasa de educación femenina influye positivamente en la productividad general del trabajo, por lo que constituye uno de los pilares en los que se apoyan los programas del Banco Mundial.
En segundo lugar, existe una relación empírica entre desigualdad de género y crecimiento económico: las desigualdades reducen el crecimiento y éste suele ir aparejado a menores desigualdades. No hay mucha literatura al respecto, y mucha de ella se basa en los efectos negativos sobre el desarrollo del menor acceso de la mujer a la educación o en el efecto positivo sobre el crecimiento de los menores salarios de la mujer. Sin embargo, existe cierta evidencia de que la presencia de la mujer eleva la productividad del trabajo.
Recientemente el FMI ha publicado un informe preparado por Janet Stotsky sobre este tema (Gender and its relevance to macroeconomic policy: a survey, octubre 2006). Parte de los argumentos que explicarían el efecto positivo de la participación femenina en la vida económica se encuentran en el comportamiento de la mujer, diferente del hombre, en temas como el ahorro y la inversión. Las mujeres son más proclives a destinar el ahorro a favor de las necesidades básicas o en desarrollo de los hijos.
Las mujeres son por lo tanto más aversas al riesgo y tienden a invertir en forma más productiva. Este comportamiento es lo que ha llevado a que el Banco Grameen, fundado en 1976 por Mohamed Yunus, reciente premio Nobel, conceda principalmente los microcréditos a mujeres. En mayo de 2006, el banco contaba con 6,67 millones de prestatarios, de los cuales un 97% eran mujeres. La justificación es que son más cuidadosas de emplearlos en actividades con mayor certeza de que les sirvan para responder a las necesidades de la familia.
Así, las diferencias de género en comportamientos que derivan de decisiones privadas o de políticas públicas pueden llevar a resultados económicos distintos. El reconocimiento de estos resultados está llevando al Banco Mundial y al Fondo Monetario a cambiar ciertos aspectos de sus políticas de ayuda al desarrollo para asegurar que los efectos del crecimiento se distribuyan entre hombres y mujeres.
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