¿Cómo generar espacios didácticos y reflexivos que dimensionen la familia como territorio de paz?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Explicación:
En el plano nacional se habla y se reflexiona sobre la paz, en todas sus expresiones, colores y sabores. Debido a que existen diferentes posturas frente a la paz, es necesario precisar el concepto propio frente a esta temática tan transcendental para la humanidad. Pues cuando hablamos de paz se puede entender como un pacto o un estado.
También se puede referir a la ausencia de la guerra o a la armonía entre lo que se hace y se piensa, entre la intención y la acción, entre el corazón y la mente.
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En la actualidad el mundo reclama paz en todos los ámbitos, pero el lugar más propicio para gestarla son los escenarios donde más interactuamos de manera social. Hoy quiero enfocar mi reflexión en la familia y la escuela, como espacios privilegiados para la formación en la convivencia, que entre otras cosas, es el primer pensamiento que surge al escuchar la palabra paz.
El devenir histórico de nuestro país, generó un contexto de violencia, evidenciado en el conflicto armado que supera los 60 años, permeando de manera significativa los valores y virtudes que dentro de la familia se estructuran. Ella, como dice el Papa Francisco, “es la fuente de toda fraternidad”, lugar privilegiado que ha pasado por transformaciones en su estructura, significado y funciones; pero que ha permanecido como una institución históricamente reconocida, más antigua que el Estado, que ha posibilitado la sociedad humana desde su fundamentación como célula básica. Es allí donde se generan los primeros espacios de cuidado y crecimiento para cada uno de sus integrantes, especialmente de los infantes, pues de esta manera se van fijando las bases para sus sueños y proyectos de vida.
La familia es un lugar privilegiado para construir una sociedad pacífica. El ideal corresponde a un hogar donde existen muestras de afecto, cariño en abrazos, besos, mimos, escucha, respeto; posibilitando la comunicación armónica. Sin embargo, diversas realidades familiares están permeadas por riñas, altos decibeles en la comunicación (gritos), y en general, la violencia en sus máximas expresiones. Pese a la realidad del conflicto al interior del contexto familiar se puede superar con estrategias que lleven a una adecuada resolución de problemas.
Uno de los aspectos interesantes por analizar y en el que vale la pena intervenir, es cómo las familias deben ser más conscientes de las consecuencias no gratas que tiene sobre el hogar la realidad de los hijos únicos, quienes en su mayoría se educan en ambientes de sobreprotección, perdiendo la oportunidad de aprender en su entorno familiar con el alter más próximo (hermanos) valores y virtudes que se necesitan para la sana convivencia.
Una oportunidad para poder mitigar este vacío que ha dejado la ausencia de hermanos al interior de las familias se presenta en la escuela. En ella, se puede cimentar el autocuidado, el cuidado del otro y de lo otro permitiendo el desarrollo de las competencias comunitarias para aprender a conocer con quién se convive y poder construir con él, el mundo. La carencia de esta fundamentación ontológica en el proceso de educación de nuestros niños, hace que se torne difícil un proceso de construcción de espacios para la paz en los demás ámbitos de la sociedad, quedando la ausencia del conflicto como resultado reduccionista e irreal