Cómo fue la presencia de la Iglesia Católica en el siglo XX
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
A pesar de las polémicas en torno a la educación y al matrimonio, el liberalismo había terminado por aceptar el Concordato de 1887, pero sin abandonar su aspiración a reformar al texto vigente, para adaptarlo a la realidad nacional, como proclamó en la Convención Liberal de 1935: allí aclara que no es de su esencia ser un partido de propaganda religiosa ni antirreligiosa, pero proclama la libertad de cultos y se muestra partidario de la escuela gratuita, única, laica y obligatoria. También considera que la vida civil debe ser regida por la ley civil: por ello, debe llevarse el divorcio vincular a la legislación nacional.
A diferencia
de los otros cultos sincréticos, que tienen una base animista y que
adoptan ciertos elementos formales de la religión católica, el
culto rastafari es una adaptación de ciertos elementos de la
religiosidad cristiana copta a la realidad afroamericana. Además,
su génesis no tiene raíces en la época de la Conquista: su
desarrollo es más reciente y corresponde a la primera mita del
siglo XX
Fue solo a partir de la segunda mitad del siglo veinte que el
episcopado latinoamericano, como efecto de las dinámicas
generadas por el Concilio Vaticano Segundo, comenzó a
valorizar las experiencias pastorales dirigidas específicamente
hacia las comunidades que habían quedado en los márgenes de
la estrategia evangelizadora de la Iglesia. En 1962, Papa Juan
XXIII inauguró el Concilio Vaticano II con el objetivo de
fortalecer el enfoque pastoral de la Santa Sede. El Concilio, de
hecho, no proclamó ningún dogma, pero sí, reflexionó
ampliamente sobre el nuevo contexto social en el cual se estaba
desarrollando la labor de la Iglesia universal (Concilio Vaticano
II, 2003). Con el Concilio Vaticano II se dieron las bases para la
organización de Segunda Conferencia General de los Obispos de
la Conferencia Episcopal Latino Americana (CELAM) que se
desarrolló del 26 de agosto al 8 de septiembre de 1968 en la
ciudad de Medellín. Se trató de un encuentro de gran
importancia, puesto que se definió el nuevo rumbo para la Iglesia
latinoamericana a partir de un enfoque humanista dirigido a
garantizar la justicia para los marginados y las victimas de
despojos y violencia (CELAM, 1968; Arias, 2009).