Castellano, pregunta formulada por CLjBdS, hace 4 meses

Cómo fue la persecución de Frankenstein

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Contestado por juancarlossilvavello
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Respuesta:

En plena conmemoración de los doscientos años de la publicación de Frankenstein, nada mejor que volver a problematizar el nacimiento de este nuevo y moderno Prometeo (subtítulo original de la obra, que progresivamente se ha ido borrando y perdiendo)1. Una novedad que, como se puede observar, guarda directa relación con una dimensión pasada. El nuevo Frankenstein es, en definitiva, un viejo Prometeo que ha vuelto a robar/jugar con el fuego. Además, de forma simultánea, es un monstruo que es apuntado por un nombre que lo antecede, en la medida que es investido por la identidad de su creador (el joven Víctor Frankenstein), y no por una nominación adquirida por derecho propio. Los dos (creador y criatura), se hacen uno (Frankenstein). Así, lo monstruoso parece obedecer al impulso de hacerse [con un] fuego que va más allá del hombre (pero, también, que va más allá de Dios)2: “este cosmos [el mismo de todos] no lo hizo ningún dios ni ningún hombre, sino que siempre fue, es y será fuego eterno, que se enciende según medida y se extingue según medida” (Heráclito, 2014, p. 266)3. Apropiarse de este (y convertirse en este), por lo tanto, parece ser lo abominable y monstruoso. Lo fundamental, en esta línea, es una cuestión de medida (bidireccional a Dios y hombre, a creador y criatura)4, y no el gesto unilateral de creación monstruosa, abominable, que es traída-al-mundo por un joven aprendiz de científico, obsesionado por “la esencia visible de las cosas, el espíritu oculto de la naturaleza y el alma misteriosa del hombre” (Shelley, 2002, p. 31). Porque, ¿es en realidad el joven Víctor Frankenstein quien trae-al-mundo a su tan denostada criatura?

Una lectura canónica y tradicional apunta de manera clara en esta línea. Por ejemplo, todas las adaptaciones cinematográficas que se han realizado a partir del relato de Mary Shelley se encuadran en esta dirección interpretativa; a saber, narran la historia de un científico obsesionado por crear experimentalmnete una forma de vida. Sin embargo, en este trabajo se ensayará un nuevo ritmo de lectura. Una visión que, desde la novela, permita comprender que lo fundamental del relato no trata, en lo absoluto, sobre el hecho de traer-al-mundo una vida, sino de venir-al-mundo a partir de un acontecimiento monstruoso que nos conmina. Se trata menos, por ende, de la obsesión todopoderosa y cientificista de jugar a ser Dios (con las consecuencias ético-morales y políticas que ello acarrea), que de comprender las condiciones de posibilidad monstruosas de nuestro propio nacimiento como seres humanos. Lo que se realizará -siguiendo a Peter Sloterdijk-, es dar un paso atrás para analizar dichas condiciones de posibilidad. Y, desde allí, afrontar nuestra situación actual; a saber, los vertiginosos avances en el campo de la biotecnología y la ingeniería genética que hacen de la posibilidad de crear vida, deviniendo “nuevos prometeos”, una cuestión que está al alcance de la mano y requiere toda nuestra atención, cuidado y responsabilidad.

Abstenerse de dar este paso atrás (sugerido por Sloterdijk y Heidegger), sería un grave error. En efecto, el debate actual sobre los cyborgs, el súperhombre y el posthumanismo (tan en boga durante los últimos años), se ve simplificado y empobrecido si solo se enfoca el asunto desde un eje sincrónico presente y su proyección/despliegue hacia el futuro (es decir: al adoptar la unilateralización del punto de vista del Creador). Se debe, antes bien, comprender de forma simultánea cómo nosotros, humanos, hemos sido arrojados al mundo. No es otra, en definitiva, la crítica que lanza Heidegger (2000) en contra de Sartre en su conocida y polémica Carta sobre el Humanismo: lo fundamental no es el hombre, sino el Ser (y es a este a quien debemos prestar atención). Pero, a diferencia de Heidegger, consideraremos que no se trata en principio de ser-en-el-mundo, de estar a la escucha del ser como fenómeno originario (que nos permita enfrentar, de mejor forma, los desafíos del futuro), sino de comprender cómo este Ser ha podido venir al mundo. En palabras de Sloterdijk, lo fundamental es ir más allá/más acá del ser-en-el-mundo mediante un recurso al mundo griego antiguo, y apuntar, antes bien, a la condición de posibilidad de dicho Ser (es decir, al proceso de venir-al-mundo), a la antropogénesis en que es posible exponer y comprender “cómo del animal-sapiens se derivó el hombre-sapiens” (Sloterdijk, 2001, p. 54). Este es el paso atrás respecto a Heidegger y a la tradición: reconocer que “la cuestión de la especie es, pues, un asunto político” (Sloterdijk et al., 2003, p. 63), debiendo atender no solo a las interpelaciones actuales de la bioética, sino que, también -y de forma prioritaria-, al nacimiento de lo humano en el periodo paleolítico. EXPLICACION:

nose

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