¿Como fue el juramento de los soldados de Manuel Belgrano?
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Cumplido el cruce, el 13 de febrero de 1813 (es decir, hace dos siglos), Belgrano dispuso realizar, sobre la margen norte, la ceremonia de juramento a la Asamblea General Constituyente, que el 31 de enero se había instalado, con toda solemnidad, en Buenos Aires.
La tropa formó en cuadro y, tras una corta alocución, se leyó la circular del Triunvirato que ordenaba jurar obediencia a la Asamblea como órgano supremo. Acto seguido, el mayor general Díaz Vélez se presentó trayendo la bandera celeste y blanca, seguido por una escolta y al son de tambores.
Esto porque Belgrano había resuelto aprovechar la ocasión para que, simultáneamente, se jurase tanto la obediencia a la Asamblea como a esa bandera que el Gobierno le había obligado a esconder cuando la creó, y que él reservaba para "una gran victoria". Había sido "gran victoria" la de Tucumán, y estaba seguro de que el nuevo gobierno no lo desautorizaría esta vez.
Desenvainando su espada, el general prestó el juramento; lo tomó luego a los jefes de cuerpo -a los cuales se incorporó, recién llegado de Buenos Aires, el coronel Martín Rodríguez- y finalmente a la tropa, que respondió con un cerrado "Sí, juro". Luego, narra Mitre, "colocando su espada horizontalmente sobre el asta de la bandera, desfilaron sucesivamente todos los soldados y besaron, uno por uno, aquella cruz militar, sellando con su beso el juramento que acababan de prestar".
Paz recordaba que, dado lo largo del trámite, Belgrano fue reemplazado en el sostén de la espada, primero por Rodríguez y luego por otros oficiales superiores. Al terminar el acto, el general hizo grabar con un escoplo, sobre el gran árbol que se alzaba en la margen, la inscripción "Río del Juramento". Fue el nombre que desde entonces reemplazó al antiguo de Pasaje.
La tropa formó en cuadro y, tras una corta alocución, se leyó la circular del Triunvirato que ordenaba jurar obediencia a la Asamblea como órgano supremo. Acto seguido, el mayor general Díaz Vélez se presentó trayendo la bandera celeste y blanca, seguido por una escolta y al son de tambores.
Esto porque Belgrano había resuelto aprovechar la ocasión para que, simultáneamente, se jurase tanto la obediencia a la Asamblea como a esa bandera que el Gobierno le había obligado a esconder cuando la creó, y que él reservaba para "una gran victoria". Había sido "gran victoria" la de Tucumán, y estaba seguro de que el nuevo gobierno no lo desautorizaría esta vez.
Desenvainando su espada, el general prestó el juramento; lo tomó luego a los jefes de cuerpo -a los cuales se incorporó, recién llegado de Buenos Aires, el coronel Martín Rodríguez- y finalmente a la tropa, que respondió con un cerrado "Sí, juro". Luego, narra Mitre, "colocando su espada horizontalmente sobre el asta de la bandera, desfilaron sucesivamente todos los soldados y besaron, uno por uno, aquella cruz militar, sellando con su beso el juramento que acababan de prestar".
Paz recordaba que, dado lo largo del trámite, Belgrano fue reemplazado en el sostén de la espada, primero por Rodríguez y luego por otros oficiales superiores. Al terminar el acto, el general hizo grabar con un escoplo, sobre el gran árbol que se alzaba en la margen, la inscripción "Río del Juramento". Fue el nombre que desde entonces reemplazó al antiguo de Pasaje.
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