¿Comó evitas los pensamientos y deseos impuros ?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:1. La concupiscencia
Al desobedecer a Dios, Adán y Eva no sólo pecaron sino que abrieron una fuente de pecado: la concupiscencia o inclinación al pecado que permanece incluso en el bautizado; el bautismo perdona el pecado original pero no elimina la concupiscencia.
San Juan habla de una triple concupiscencia: concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y soberbia de la vida. (cfr. 1 Juan 2,16), consecuencia del pecado original que contradice a la razón y desordena las facultades del hombre. En sí misma no es pecado, pero inclina al pecado, aunque no puede dañar al que no la consiente sino que le hace frente con la gracia de Cristo. Para eso se le deja al bautizado, para el combate.
2. La purificación del corazón
Como la naturaleza siente el hormigueo de las pasiones, hay que buscar la raíz del pecado para combatirla. Y la raíz se encuentra en el corazón; la pureza se vive en el cuerpo, pero se vive sobre todo en el alma.
Jesús advierte a sus discípulos: “De dentro del corazón salen las intenciones malas, asesinatos, adulterios, fornicaciones” (Mateo 15,19). Por eso, la lucha contra la concupiscencia pasa por la purificación del corazón y Dios quiere que seamos limpios y castos por dentro, en primer lugar; el noveno mandamiento prohíbe los pecados internos contra la castidad: los pensamientos y deseos impuros.
3. Luchar contra la tentación
Las tentaciones contra la castidad, de suyo, no son pecado sino incitaciones al pecado; serían pecado si la voluntad se complaciera en ellas, pero no lo son si la voluntad no consiente y las rechaza. Proceden de las malas inclinaciones, sugestión del demonio o del mundo que nos rodea. No debe sorprendernos, pero -sin obsesionarnos- hay que rezar para ser fuertes y rechazarlas con prontitud. El que resiste a la tentación, crece en amor a Dios y se hace fuere por dentro, con la fuerza de Dios, que da su gracia para vencer.
Cuando surgen dudas de si una cosa es o no es pecado contra la pureza se pregunta a personas competentes: padres, sacerdote… para formarse y tener paz. En estos casos sucede lo que con las moscas en verano cuando se posan tan molestas en la cara. El que se pose no depende de nosotros; ¡de nosotros depende el ahuyentarlas! Si en el momento de la tentación podemos decir sinceramente: “He hecho lo posible por quitármela de encima”, no hay que perder la paz y la alegría.
4. El pudor y la modestia
Siempre se ha dicho que la pureza está defendida por el pudor, virtud que es parte potencial de la templanza. El pudor rechaza mostrar lo que debe permanecer velado, inspira la elección del modo de vestir, lleva a la modestia que regula los gestos y movimientos corporales, y mantiene silencio o reserva donde se adivina el riesgo de una curiosidad malsana. Existe un pudor de los sentimientos como también un pudor del cuerpo. El pudor custodia la intimidad de la persona y enseña sobre todo delicadeza.
5. Campaña por la pureza
La pureza cristiana exige el saneamiento del clima actual de la sociedad, y el cristiano tiene que luchar contra la permisividad de las costumbres, que es resultado de una concepción errónea de la libertad. Aun con independencia de la fe, el hombre no puede dejarse arrastrar por ese erotismo difuso que impregna tantos espectáculos indecorosos de televisión, cine, teatro, etc., porque atenta contra la dignidad humana. Podría decirse lo del sabio: “Cuantas veces estuve con los hombres, volví menos hombre”. Con mayor razón el cristiano ha de trabajar para que los espectáculos sean limpios y no ofendan a Dios, como ocurre siempre que encierran cultura verdadera.
El esfuerzo en favor de la castidad o pureza, que Dios protege con el sexto y noveno mandamiento, significa contribuir a que los hombres y las mujeres sean más capaces de sí mismas, y ayuda a purificar y elevar las costumbres de los pueblos. Si no se vive la pureza, las personas y los pueblos se embrutecen, viviendo como bestias.
6. Medios para vivir y crecer en pureza
Se puede alcanzar y mejorar la pureza interior mediante la oración -la pureza siempre hay que pedirla-, con la pureza de intención, que busca cumplir en todo la voluntad de Dios; y cuidando la imaginación y la vista -junto con los otros sentidos- para poder rechazar cualquier complacencia en los pensamientos impuros.