¿Cómo está afectando la crisis sanitaria en cuanto a la libertad? Realiza un ensayo de una hoja al respecto.
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La libertad de movimiento, por supuesto, también significa tener la libertad de no moverse, incluso la libertad de autoconfinarse. Para muchos, a menudo los más vulnerables y privados de derechos, esta libertad elemental no se da.
Las graves consecuencias de la pandemia de Covid-19 dominan los titulares de todo el mundo y han captado la atención del público como ningún otro asunto o acontecimiento. En todo el mundo, las sociedades luchan por responder y adaptarse a unos escenarios y niveles de amenaza que cambian rápidamente.
Las medidas de emergencia han perturbado la vida cotidiana, se han suspendido en gran medida los viajes internacionales y se han cerrado muchas fronteras estatales.
Los dirigentes de los Estados comparan la lucha contra el virus con la participación en una guerra, aunque es evidente que el paralelismo es engañoso y que los que participan en la "guerra" no son soldados sino simplemente ciudadanos.
En esta fase de incertidumbre conlleva también el riesgo de normalizar políticas "excepcionales" que restringen las libertades y los derechos en nombre de la crisis y la seguridad pública, y no sólo a corto plazo.
La situación es sombría y sería un grave error subestimar el peligro evidente de infección, de pérdida de vidas, de colapso de los servicios de salud y de la economía. No obstante, es necesario subrayar que esta fase de incertidumbre conlleva también el riesgo de normalizar políticas "excepcionales" que restringen las libertades y los derechos en nombre de la crisis y la seguridad pública, y no sólo a corto plazo.
La filósofa Hannah Arendt escribió una vez que, "de todas las libertades específicas que pueden venir a la mente cuando escuchamos la palabra "libertad”, la libertad de movimiento es históricamente la más antigua y también la más elemental". Sin embargo, en tiempos de una pandemia, los movimientos humanos se convierten cada vez más en un problema. Se dice que la libertad elemental de movimiento se ve restringida por el bien común, en particular para los ancianos y otras personas en grupos de alto riesgo. El (auto)confinamiento parece ser la clave: deben evitarse los movimientos "inesenciales" y el contacto con otros.
En China, Italia y otros países se han introducido medidas duras y su violación puede acarrear graves sanciones. Los movimientos de A a B necesitan autorización (del Estado) y los movimientos no autorizados pueden ser castigados. Hay buenas razones para ello, sin duda. Sin embargo, es necesario hacer un balance de las implicaciones más amplias de nuestra situación actual.
En este panorama general, las actuales restricciones a la circulación son problemáticas para las personas que no tienen un hogar y para las que la auto-cuarentena difícilmente es una opción, para las personas con discapacidad que permanecen sin atención, y para las personas, en su mayoría mujeres, cuyo hogar no es un refugio seguro sino el lugar de la inseguridad y el abuso doméstico.
Las restricciones también son particularmente problemáticas para las personas cuya libertad elemental de movimiento se había restringido mucho antes del brote de Covid-19, pero que necesitan desplazarse para encontrar seguridad. Los migrantes encarnan de la manera más dura las contradicciones y tensiones que rodean la libertad de movimiento y su negación hoy en día. No es sorprendente que en el clima actual, tiendan a convertirse en uno de los primeros objetivos de las medidas más restrictivas.