¿Cómo es posible que en nuestros días existan grupos neonazis en Colombia?
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Respuesta:
“Neonazis”: un concepto inadecuado
El Fascismo y el Nazismo fueron movimientos políticos e ideológicos ultranacionalistas, que apelaban a la violencia para enfrentar a sus contradictores. Consideraban que los comunistas, las prostitutas y los marginados eran un peligro para la sociedad y debían ser eliminados. Asimismo, defendían un modelo de sociedad basado en el orden y en un Estado totalitario. Usaban símbolos que les daban identidad –el más conocido de ellos la cruz esvástica-. En nazismo fue también racista y antisemita.
Algunos de estas características aparecen con cierta frecuencia en grupos de jóvenes en Europa y en América Latina – que por eso han sido calificados de “neonazis”. En Colombia se han caracterizado por sus ideas nacionalistas, por la intolerancia y el autoritarismo, por ser proclives al uso de la violencia y por el uso de emblemas que en el pasado identificaron al nazismo.
Es claro que existen algunas similitudes entre las creencias y discursos de los grupos actuales y aquellos otros de los movimientos europeos del periodo entreguerras. Sin embargo estos no son suficientes para aplicar la denominación de “neonazis” a los grupos actuales. El concepto debe usarse con cautela pues se trata de hechos sociales y de contextos históricos muy diferentes. Tal vez el calificativo más adecuado sea el de grupos ultranacionalistas.
Más allá del nombre que se les asigne, se trata de una realidad social que no debe ser vista como marginal, ni como la expresión casi folclórica de una ideología ajena y anacrónica. Su desconocimiento puede llevar a decisiones equivocadas, mientras aumenta en Colombia la hostilidad de estas agrupaciones de jóvenes contra los integrantes de la comunidad LGBT, los indigentes, los drogadictos, las prostitutas y los defensores de derechos humanos.
Grupos ultranacionalistas en Colombia
john florian fascistas colombia bandera nazi
Foto: Elvert Barnes
Los grupos de jóvenes que en Colombia se denominan "fascistas" y "neonazis" actúan en un contexto caracterizado por la fragmentación del tejido social, la corrupción, la frustración y el resentimiento de amplios sectores de la sociedad.
Estos grupos hacen presencia especialmente en sectores marginados. Tienen vínculos con organizaciones católicas o cristianas de ultraderecha, y en algunos casos son financiados y entrenados por grupos paramilitares. Suelen también presentarse como víctimas de la guerrilla y defienden un discurso de oposición radical a la izquierda[i].
Se autodenominan “fascistas” o “nacionalsocialistas”, utilizan algunos símbolos que identificaron a los nazis y se definen como católicos, lo cual los aproxima más al falangismo español que al nazismo. Esta cercanía a organizaciones católicas y cristianas se debe al protagonismo que han tenido en la oposición al aborto, al matrimonio igualitario, a la adopción de parejas por integrantes de la comunidad LGBT, a la eutanasia y a la legalización de la dosis mínima de drogas.
También se caracterizan por sus propuestas radicales para combatir la corrupción y otros delitos, propuestas que incluyen la judicialización de los menores de edad cuando cometen delitos graves; la pena de muerte; la cadena perpetua para violadores, y la ampliación del fuero militar. Asimismo, impulsan la derogación de aspectos centrales de la Constitución de 1991, que califican de excesos garantistas.
Tradición, familia, propiedad…y paramilitarismo
En los discursos de algunos de estos grupos es evidente la influencia de organizaciones religiosas ultranacionalistas como la Sociedad Colombiana en Defensa de la Tradición, Familia y Propiedad (TFP) que se autodenomina "el mayor movimiento cívico-cultural anticomunista de inspiración católica del mundo".
En el pasado esta organización se opuso a las propuestas de reforma agraria en América Latina, a la par que emprendió campañas en contra del marxismo y la teología de la liberación durante los años setenta en países como Perú, Chile y Brasil[ii]. En Colombia durante los años ochenta promovió la propuesta de legalizar el paramilitarismo e impulsó la organización de terratenientes en torno a un proyecto que se oponía a lo que denominaron el "agro-reformismo confiscatorio", una supuesta política orientada a la expropiación de sus propiedades.
También han tenido vínculos con las organizaciones paramilitares, los cuales se dieron inicialmente en el Magdalena Medio a través del Movimiento de Reconstrucción Nacional (MORENA), creado para participar en las elecciones y ganar espacios de representación política. Esta organización se propuso contrarrestar la presencia de la guerrilla en la zona y combatir el secuestro, el chantaje, el “boleteo”, la extorsión y el ajusticiamiento[iii].