Biología, pregunta formulada por santyzarlenga, hace 1 año

como es el caso de desnutricion en argentina

Respuestas a la pregunta

Contestado por saraledesma2014
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La desnutrición es el “estado patológico resultante de una dieta deficiente en uno o varios nutrientes esenciales o de una mala asimilación de los alimentos”, como define Unicef. El anuario estadístico 2013 elaborado por el Ministerio de Salud de la Nación, el último disponible, registró que ese año891 personas perdieron la vida por esta causa, es decir, una cada diez horascomo tituló el sitio de noticias.

De las muertes por desnutrición, sin embargo, la mayor cantidad corresponde a mayores de edad y no a chicos o adolescentes, como el caso de Sánchez. De las 891 muertes por desnutrición, casi un 40% (347) refiere a personas de más de 85 años, y llega al 70% si se suman los casos de personas de más de 75 años.

Esto se explica por el “síndrome de fragilidad” de los ancianos, “definido por el estrés metabólico, la polimedicación tan típica en los adultos mayores, y el hecho de comer solos”, destacó la doctora María Dolores Orfanó, médica geriatra y nutricionista del Hospital Militar Central Cosme Argerich, en esta nota de La Nación.

Contestado por jesusfbh
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Sería un escándalo descubrir que alguno de nuestros hijos está desnutrido y sin cuidados mientras nosotros andamos en Babia, miramos para otro lado, nos entretenemos con el nuevo celular y la alacena de nuestra casa está llena de alimentos. Una nación es la metáfora de una gran familia, y hoy la Argentina tiene la capacidad de producir alimentos para 400 millones de personas. Es una inmoralidad y un fracaso como comunidad que exista en nuestro país un solo chico que no tenga garantizada su buena alimentación y protección. Nada, absolutamente nada puede justificarlo. No existe algo más prioritario que remediar.

Un niño desnutrido, malnutrido o poco estimulado tiene el cerebro en peligro. El desarrollo del cerebro, que se produce desde la gestación en el útero de la madre hasta pasados los 20 años, afronta durante ese tiempo diferentes períodos sensibles en los cuales genera nuevas conexiones. Su evolución óptima requiere los nutrientes adecuados, pero también un ambiente estimulante desde el punto de vista cognitivo y emocional, en el que exista una interacción productiva con un entorno que contribuya con su desarrollo. Cuando un niño crece en la pobreza o en la indigencia, la maduración de su cerebro puede sufrir un impacto negativo.

¿Cuál es el estado de situación con respecto a la seguridad alimentaria y el cuidado de los niños en nuestro país? En principio, la única certeza es que actualmente existen cifras oficiales parciales o cuestionadas. Ya lo sabemos desde la medicina: no puede haber un tratamiento eficiente si no se conoce el diagnóstico. Un informe publicado por la Universidad Católica Argentina en 2013 sugiere que "en los primeros cuatro años del período del Bicentenario (2010-2013), la vulnerabilidad de la infancia y adolescencia [de entre 0 y 17 años en las zonas urbanas de la Argentina] en el acceso a alimentos en cantidad y calidad alcanzó al 20% (promedio), en tanto que la situación de déficit más grave afectó al 10%" (http://www.uca.edu.ar/uca/common/grupo81/files/UCA_ODSI_2014_web.pdf).

¿Puede haber una necesidad más imperiosa que arribar a un mapa preciso e incuestionable -aunque duela- del estado de nutrición y cuidado de nuestros chicos y adolescentes? ¿Puede haber una necesidad más urgente que, a partir de esto, proyectar un diseño y puesta en acción de políticas activas que garanticen que los cerebros de todos ellos estén bien nutridos y estimulados? Organizaciones intermedias como Cesni y Conin estudian y difunden esta problemática desde hace muchos años. Pero deben ser, además de ellos, el Estado y la sociedad en su conjunto los que asuman como propia esta realidad y la transformen. Deberíamos sentirnos avergonzados y pedir perdón a estos niños por nuestra impericia, por nuestra inacción, por todas las veces que tomamos decisiones equivocadas e inmorales, por estar discutiendo nimiedades, por no protegerlos a ellos, que eran quienes más nos necesitaban.

La neurocientífica de la Universidad de Pensilvania Marta Farah probó, a partir de sus 

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