Cómo eran las prácticas higiénicas y de salud en la prehistoria
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
El hecho de convertirse en seres humanos representaba una notable ventaja para nuestros antepasados prehistóricos. Mientras que los animales perdían hasta un 80% de su descendencia poco después de su nacimiento, los seres humanos eran capaces de criar hasta un 70 o un 80% de sus hijos. Además, ocasionalmente, los seres humanos eran capaces de sobrevivir hasta más allá de su edad de capacidad reproductiva –hecho completamente inusual en el mundo animal– y este prolongamiento de vida evidenciaba un mayor cambio adaptativo humano.
Probablemente nuestros antepasados primitivos sufrían menos enfermedades que nosotros que vivimos en esta moderna sociedad tan industrializada. Sin embargo, los cazadores-recolectores primitivos eran propensos a sufrir ciertas enfermedades crónicas, causadas por organismos que pueden sobrevivir dentro del mismo individuo y que son transmitidas a otros miembros del grupo mediante contacto (un estornudo y el aliento) o por alimentos infectados. Se trata de un tipo de enfermedades que hoy día afectan a los monos y otros primates. Posiblemente las enfermedades del hombre prehistórico afectarían a su tracto intestinal y otras podrían haber sido provocadas por diversas bacterias y virus.
Otras infecciones “accidentales” se contraían a través de organismos que normalmente completan su ciclo de vida dentro de otros animales salvajes, los cuales se consumían tras sacrificarlos. Los cazadores estaban expuestos a contraer las más diversas enfermedades de origen infeccioso. También el medio ambiente podía haber sido responsable de diversas patologías, tanto de origen traumatológico como climatológico o infeccioso.
Dado que los organismos responsables de las enfermedades crónicas estaban constantemente presentes en el cuerpo humano, éste iba desarrollando de forma gradual una cierta inmunidad ante ellas, por lo que sus efectos se fueron haciendo relativamente débiles. Sin embargo, otras infecciones accidentales, que sólo ocasionalmente se presentaban en los humanos y que precisamente por ello éstos no eran capaces de combatirlas mediante una inmunidad desarrollada, podían llegar a ser devastadoras.
Partiendo de esta evidencia, no parece probable que hayan existido otras enfermedades desconocidas que hubiesen podido afectar a estas sociedades primitivas. Sin embargo, algunas enfermedades que hoy en día son relativamente benignas, podían haber sido extremadamente virulentas en otros tiempos.
A pesar de todo, se cree que las primeras tribus nómadas pudieron gozar, en general, de un buen estado de salud. Eran sujetos robustos y corpulentos y poseían una buena dentadura. Los hombres tenían un promedio de vida de treinta y cinco años, mientras que las mujeres morían cinco años antes. Esta diferencia no se debía solamente a los embarazos y a los peligros del parto, sino también a la probable responsabilidad de las mujeres de levantar los campamentos, cargar los bultos, recolectar frutos y cocinar.
Con referencia a la corta esperanza de vida, no se tienen en cuenta las enfermedades endémicas; lo que sí tiene importancia es la dura vida de nómadas, el clima, los combates y luchas. A un lado del Nilo, la evidencia arqueológica de heridas causadas por traumatismos hace suponer que casi la mitad de la población murió de forma violenta.
Durante el período neolítico (8000 a.C.), cuando se había iniciado el proceso de transición para establecerse en comunidades fijas, parece ser que la estatura se fue modificando. El motivo puede ser la dieta alimenticia pero también existe la posibilidad de que nuevas enfermedades endémicas tuvieran cierto impacto, especialmente aquellas que causaban anemias, tales como la malaria. También fue aquí donde se encontró la primera evidencia de talasemia, una adaptación hereditaria de los glóbulos rojos de la sangre, que actúa como la malaria.
Alrededor del 5000 a.C., muchas tribus nómadas se habían establecido en comunidades. Inicialmente, esto resultó favorable para la salud y la longevidad, especialmente en el caso de las mujeres, ya que reducía el constante esfuerzo al que se encontraban expuestas durante la migración, y también facilitaba el cuidado de los enfermos. Además, resultaba menos difícil conseguir el alimento diario y la población, en general, desarrollaba una mayor inmunidad frente a las infecciones comunes. Pero estos asentamientos también implicaban algunas desventajas para la salud: con el comercio entre los diferentes poblados llegaban más enfermedades; las viviendas permanentes, la acumulación de los deshechos humanos y la proximidad de los animales domésticos atraían a las ratas y a otros animales portadores de enfermedades; y la gente que permanecía en un lugar fijo sufría infecciones constantes causadas por diversos parásitos. La nueva sociedad comenzaba a producir sus nuevas enfermedades de las que aún hoy somos herederos.
Explicación: