Como era Sandra en el libro montañas azules
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Montañas azules es la primera novela de Juliana Gómez Nieto, nacida en Quindio. El centro de la narración es el sismo ocurrido el 25 de enero de 1999. Presentamos una reseña del libro.
El desastre duró un minuto. Dejó 1180 muertos. 500 viudos y viudas. 400 huérfanos de padre y madre. Devastó Calarcá. El sur y centro de Armenia. Afectó el centro de Pereira. Devastó La Tebaida. Sacudió Circasia. Un minuto al mediodía. Luego una réplica a las cinco de la tarde. 1180 muertos. Los días que sobrevinieron en el caos, los saqueos y el desabastecimiento es otra cara del drama. La morgue en la Uniquindío. Las fosas comunes. Los asaltos nocturnos. El toque de queda. Los desaparecidos nunca encontrados. Montañas azules narra cuatro historias en cuatro lugares distintos que fueron escenarios de la devastación del terremoto del eje cafetero en 1999.
La primera historia es la de una pareja en La Tebaida que se dedica a la elaboración de mazamorra, esa bebida tradicional. Son personajes limitados por sus identidades, una mujer que no se atreve a ir a la universidad porque obedece el mandato tribal de que su misión es parir, desea estudiar pero preferiría un oficio manual. El hombre se dedica a proveer lo que puede al hogar, pero las limitaciones del subempleo (autoempleo) no le permiten expresar de forma práctica el apoyo moral a la emancipación de su mujer. No tienen hijos aún, pero ella los tiene en el pensamiento y él en los sueños. Sueña el hombre cuando el mundo se desploma. Una pared de concreto le apisona el tobillo. Llama a su mujer pero al otro lado de los escombros no encuentra respuesta.
La historia de Sandra y de Ángela empieza en una gran casa del antiguo Calarcá. Una gran casa con patio y árbol central, una gran casa que es la solidez y la seguridad y la infancia silvestre de la niña. Allí se reúnen las mujeres cuando empieza el temblor del mediodía. Desde allí observa Ángela la danza extraña de las montañas. Lo que se mueve es la tierra bajo sus pies, pero ella supone que danzan las montañas azules donde va el camino a Bogotá. La madre lleva a la niña a la plaza para enviar un mensaje a su hijo mayor desde el teléfono público y entonces descubren la destrucción en cadena de las casas del pueblo. Medir un desastre no es posible sin instrumentos. Cada paso que dan madre e hija les va abriendo una breve porción del desastre ante sus ojos. Se ha desmoronado la torre de la iglesia. Se ha caído la casa de mercado. La madre lleva a la niña al lugar de trabajo. Intenta rescatar la bolsa de dinero del negocio de juego de azar. Por un instante abandona a la niña. Por un instante deja de ser madre. Lo que recordará la niña cuando deje de ser niña es el baile de las montañas, el descubrimiento del desastre y el abandono de su madre. Para Freud la casa como escenario del sueño y el recuerdo reviste el conjunto de sentimientos entre el individuo y sus semejantes. La destrucción del abrigo del hogar es la destrucción de la vida familiar y de la intimidad. La casa evocada, el pueblo de la infancia evocada, reviste un sentido que corresponde a su afectación real: la simbólica de la plaza es el Apocalipsis, la simbólica de la morgue es la de la muerte, la simbólica del lugar de trabajo es la de la pérdida de seguridad. La simbólica de la madre que deja de serlo es la del desamparo. La niña no capta la muerte, pero la identifica con una separación como en los sueños del desastre.
Respuesta:
Montañas azules, geografía humana del terremoto (1999)
Montañas azules es la primera novela de Juliana Gómez Nieto, nacida en Quindio. El centro de la narración es el sismo ocurrido el 25 de enero de 1999. Presentamos una reseña del libro.
El desastre duró un minuto. Dejó 1180 muertos. 500 viudos y viudas. 400 huérfanos de padre y madre. Devastó Calarcá. El sur y centro de Armenia. Afectó el centro de Pereira. Devastó La Tebaida. Sacudió Circasia. Un minuto al mediodía. Luego una réplica a las cinco de la tarde. 1180 muertos. Los días que sobrevinieron en el caos, los saqueos y el desabastecimiento es otra cara del drama. La morgue en la Uniquindío. Las fosas comunes. Los asaltos nocturnos. El toque de queda. Los desaparecidos nunca encontrados. Montañas azules narra cuatro historias en cuatro lugares distintos que fueron escenarios de la devastación del terremoto del eje cafetero en 1999.
La primera historia es la de una pareja en La Tebaida que se dedica a la elaboración de mazamorra, esa bebida tradicional. Son personajes limitados por sus identidades, una mujer que no se atreve a ir a la universidad porque obedece el mandato tribal de que su misión es parir, desea estudiar pero preferiría un oficio manual. El hombre se dedica a proveer lo que puede al hogar, pero las limitaciones del subempleo (autoempleo) no le permiten expresar de forma práctica el apoyo moral a la emancipación de su mujer. No tienen hijos aún, pero ella los tiene en el pensamiento y él en los sueños. Sueña el hombre cuando el mundo se desploma. Una pared de concreto le apisona el tobillo. Llama a su mujer pero al otro lado de los escombros no encuentra respuesta.
La historia de Sandra y de Ángela empieza en una gran casa del antiguo Calarcá. Una gran casa con patio y árbol central, una gran casa que es la solidez y la seguridad y la infancia silvestre de la niña. Allí se reúnen las mujeres cuando empieza el temblor del mediodía. Desde allí observa Ángela la danza extraña de las montañas. Lo que se mueve es la tierra bajo sus pies, pero ella supone que danzan las montañas azules donde va el camino a Bogotá. La madre lleva a la niña a la plaza para enviar un mensaje a su hijo mayor desde el teléfono público y entonces descubren la destrucción en cadena de las casas del pueblo. Medir un desastre no es posible sin instrumentos. Cada paso que dan madre e hija les va abriendo una breve porción del desastre ante sus ojos. Se ha desmoronado la torre de la iglesia. Se ha caído la casa de mercado. La madre lleva a la niña al lugar de trabajo. Intenta rescatar la bolsa de dinero del negocio de juego de azar. Por un instante abandona a la niña. Por un instante deja de ser madre. Lo que recordará la niña cuando deje de ser niña es el baile de las montañas, el descubrimiento del desastre y el abandono de su madre. Para Freud la casa como escenario del sueño y el recuerdo reviste el conjunto de sentimientos entre el individuo y sus semejantes. La destrucción del abrigo del hogar es la destrucción de la vida familiar y de la intimidad. La casa evocada, el pueblo de la infancia evocada, reviste un sentido que corresponde a su afectación real: la simbólica de la plaza es el Apocalipsis, la simbólica de la morgue es la de la muerte, la simbólica del lugar de trabajo es la de la pérdida de seguridad. La simbólica de la madre que deja de serlo es la del desamparo. La niña no capta la muerte, pero la identifica con una separación como en los sueños del desastre.
La historia siguiente da un salto al centro de Armenia. Dora va en busca de su padre, Miguel y ve la caída del edificio donde vive. Va a buscar ayuda para rescatar al padre en el cuerpo de Bomberos y encuentra la estación destruida. Va a pedir socorro a los policías y el único oficial que encuentra llora de impotencia ante la ruina de la estación donde han muerto sus compañeros. En los desastres naturales desaparece todo: las obligaciones estatales, los estratos sociales, la moral que es la interiorización de la ley de cada individuo. Semejante eliminación requiere la evidencia de una eliminación física del orden de las cosas. La historia de Dora es la evidencia de esa desaparición de la autoridad, del padre, de la ley, del universo físico y la dramatización de una obligación: ya no hay mundo, ahora debo hacer algo por mis propias manos.
Montañas Azules, Juliana Gómez Nieto, Editorial Planeta 2017.
Explicación:espero que te sirva porfavor dame coronita o estrellas