Como era la vida de Antonio López de Santa Ana, sus ambiciones, errores y el daño que provocó a la nación.
Respuestas a la pregunta
Respuesta: Santa Anna vió la primera luz en Jalapa en 1794, hijo de un notario de buen pasar. Inquieto y fantasioso entró a la carrera de las armas: cadete en 1810, subteniente en 1812, teniente en 1813 y capitán en 1816, sirvió en las huestes del atrabiliario Joaquín de Arredondo nueve meses en Texas y en la persecución de Francisco Xavier Mina. En 1821 jura el Plan de Iguala, toma Alvarado, participa en la toma de Perote y entra en Veracruz en octubre, servicios por los que asciende a general de brigada a los 26 años. El Emperador le concede la comandancia del puerto sin colmar sus aspiraciones, tanto que se rumora que corteja a una tía de Iturbide para entrar en la familia real. El hecho es que en diciembre de 1822 desconoce a Iturbide en el Plan de Veracruz. Su escaso eco no obsta para que las logias masónicas aprovechen el malestar para enterrar al Imperio. Esto casi conduce a la fragmentación del territorio, que salva el acuerdo federal. Se le enjuicia por sus iniciativas federalistas en San Luis y se le nombra comandante en Yucatán, como especie de exilio.
Pero Santa Anna conquista a los yucatecos que lo nombran gobernador. Intenta independizar Cuba pero, como a ello se oponen Estados Unidos e Inglaterra, se le retira y vuelve a su tierra para reaparecer a fines de 1827 entre los que exigen la violación de la elección para darle la presidencia a Vicente Guerrero. En 1829 se moviliza contra las tropas que pretenden reconquistar México y junto a Mier y Terán vence a Barradas, hazaña por la que asciende a general de división y obtiene el título de benemérito. Su verdadera presencia política la inicia en 1832 con otro plan de Veracruz que provoca una verdadera revolución contra el gobierno de Bustamante, y que le asegura la presidencia en 1833, aunque casi todo el primer año gobierna el vicepresidente Farías, que impulsa la reforma. Santa Anna aprueba la que afecta a la Iglesia y una ley que exilia a todo aquel sospechoso de oposición, pero es Farías quien la aplica. Los obispos rechazan los decretos que atentan contra “las potestades espirituales” de la Iglesia, y el Congreso los condena al destierro. Las injustas proscripciones y el temor a quedar sin sus pastores, provoca protestas populares. Es el intento de reformar al ejército el que hace reasumir el poder a Santa Anna, que suspende varias reformas. Nombra un gabinete liberal moderado y para 1835 se vuelve a retirar a su hacienda.
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