como era la sociedad mexicana antes de las leyes de reforma
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Frente al creciente interés de los historiadores por la Iglesia, el Estado y la sociedad durante las Reformas Borbónicas y la construcción de las repúblicas hispanoamericanas, las relaciones entre el poder civil y religioso durante la Reforma liberal han sido menos atendidas por la historiografía reciente.1 Para hacer frente a este vacío, un grupo de especialistas se reunió en 2009 en Veracruz —con el pretexto de los 150 años de la promulgación de las Leyes de Reforma— para presentar nuevas investigaciones en torno a este tema.
Con el objetivo de ofrecer una visión equilibrada del surgimiento y los alcances de las Leyes de Reforma, así como su significado en la historia mexicana, el volumen aquí reseñado presenta cinco artículos que analizan diversos problemas de la relación Iglesia, Estado y sociedad de 1855 a 1867. La tesis conjunta de estos trabajos es que el rompimiento entre ambas potestades, y la consecuente separación jurídica sellada en 1859, se dio ante la pugna entre la jerarquía eclesiástica y el gobierno por definir cuáles eran los límites de la república católica y liberal, un par de consensos que no fueron puestos en duda por tirios y troyanos hasta la década de 1850. En ese sentido, uno de los aportes fundamentales del libro es subrayar la catolicidad de los liberales —no exenta de anticlericalismo— tanto como el liberalismo de los eclesiásticos, mostrando actores políticos con una raigambre católica y liberal común. Así pues, esta mirada historiográfica permite superar la visión dicotómica que hasta hace poco permeaba el análisis de la Reforma liberal, según la cual una Iglesia conservadora y monárquica se enfrentó a un gobierno liberal y antirreligioso. De acuerdo con esta perspectiva, el libro se suma al conjunto de trabajos que desde hace poco más de una década han demostrado que el liberalismo mexicano tuvo múltiples vertientes, así como a los estudios que han explorado la multiplicidad de actores eclesiásticos en la Iglesia mexicana de mediados del siglo, al eliminar la idea de una Iglesia centralizada y monolítica.2
En la introducción del libro, Brian Connaughton subraya los puntos en común. Sostiene que los clérigos fueron actores clave de la sociedad, la política y la economía de México hasta la revolución de Ayutla, y que el respeto y la posición central de la religión católica en la sociedad eran un consenso de los grupos políticos. Estos postulados compartidos no evitaron roces entre clero y gobierno en la primera mitad del siglo, pues, mientras la Iglesia exigía la protección del Estado, sin mengua de su libertad —por el fin del Patronato—, éste asumía como propias las prerrogativas que la Corona había tenido sobre las corporaciones eclesiásticas. Ante este panorama, las Leyes de Reforma crearon un nuevo paradigma de la relación entre Iglesia y Estado, pues separaron lo civil y lo espiritual, dando a cada esfera un campo único y exclusivo de acción. Asimismo, la legislación reformista llevaba implícita una acusación al clero como aliado de los conservadores y causante de la Guerra de los Tres Años. Con base en lo anterior, los decretos de Veracruz representaron —a decir de Connaughton— un rompimiento a profundidad en las relaciones entre ambas potestades, introduciendo al país el ámbito laico, en claro fortalecimiento del Estado mexicano.