Cómo era la diversidad de México a finales del siglo 19
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comprender la situación actual de las políticas públicas con respecto al ámbito de la cultura, es preciso hacer un recorrido por la manera en que se ha contemplado este asunto en la historia de la formación y consolidación del Estado mexicano. A continuación se presenta una breve revisión de las políticas culturales durante distintas etapas de la historia de México. Lejos de intentar hacer un estudio exhaustivo al respecto, lo que se pretende aquí es dar un panorama general del imaginario social sobre el que se fueron construyendo los diferentes discursos de formación de la nación.
La concepción de cultura ha tenido diversos giros en la historia de México, siempre situados en el contexto de la discusión internacional. No es lo mismo hablar de la cultura desde el punto de vista científico, que contempla el universo simbólico y de prácticas humanas, que hacerlo desde el que la sociedad, sujeta a las redes de poder, adopta en un momento histórico dado.
El siglo XIX: lo culto vs. lo indígena
Durante el siglo XIX la concepción prevaleciente se relacionabacon “lo culto”: la cultura era un bien que se adquiría a través de la educación y se relacionaba con una serie de prácticas y saberes reconocidos por una élite. Se adoptó el mestizaje como símbolo de identidad.[1] Lo culto se distinguía por la herencia española en los rasgos físicos, la vestimenta, la religión, entre otras características, y una herencia del “indio muerto”, que se asociaba a lo culinario, el arraigo al campo, la vestimenta folklórica. En este sentido, la cultura se acumulaba y se enriquecía como cualquier otro bien.
La sociedad se dividía entre quienes eran poseedores de cultura (los mestizos, blancos, hacendados) y quienes carecían de ella (los indios, morenos, trabajadores de la hacienda). Ante esta dualidad entre los que poseían y los que no poseían cultura, el Estado decidió fundar instituciones que permitieran que los unos conservaran y enriquecieran su capital cultural y los otros lo adquiriesen.
Como se puede observar en el cuadro 1, a lo largo de los diferentes gobiernos, con distintas tendencias políticas, había una visión común de la cultura:
- la unificación nacional, a través de los símbolos compartidos, traducida en la creación de instituciones para albergar piezas arqueológicas y de importancia histórica;
- la fundación de instituciones para la promoción del “arte culto” (la música y la literatura, entre otras manifestaciones artísticas); y,
- la promoción de la “educación pública laica y científica”, asociada a la idea de progreso que empapaba el pensamiento de la época en el mundo, y su influencia en México.
En 1905, durante el régimen de Porfirio Díaz, se creó la Secretaría de Instrucción Pública, que se encargaba de regular el funcionamiento del Museo de Arqueología e Historia, el Conservatorio Nacional, la Escuela de Arte Teatral, la Escuela Nacional de Bellas Artes, la Biblioteca Nacional y la Inspección General de Monumentos.[2] Asimismo, en 1910 se comenzó a construir el Palacio de Bellas Artes. El proyecto liberal se pospuso con la llegada de la Revolución Mexicana.
La concepción de cultura ha tenido diversos giros en la historia de México, siempre situados en el contexto de la discusión internacional. No es lo mismo hablar de la cultura desde el punto de vista científico, que contempla el universo simbólico y de prácticas humanas, que hacerlo desde el que la sociedad, sujeta a las redes de poder, adopta en un momento histórico dado.
El siglo XIX: lo culto vs. lo indígena
Durante el siglo XIX la concepción prevaleciente se relacionabacon “lo culto”: la cultura era un bien que se adquiría a través de la educación y se relacionaba con una serie de prácticas y saberes reconocidos por una élite. Se adoptó el mestizaje como símbolo de identidad.[1] Lo culto se distinguía por la herencia española en los rasgos físicos, la vestimenta, la religión, entre otras características, y una herencia del “indio muerto”, que se asociaba a lo culinario, el arraigo al campo, la vestimenta folklórica. En este sentido, la cultura se acumulaba y se enriquecía como cualquier otro bien.
La sociedad se dividía entre quienes eran poseedores de cultura (los mestizos, blancos, hacendados) y quienes carecían de ella (los indios, morenos, trabajadores de la hacienda). Ante esta dualidad entre los que poseían y los que no poseían cultura, el Estado decidió fundar instituciones que permitieran que los unos conservaran y enriquecieran su capital cultural y los otros lo adquiriesen.
Como se puede observar en el cuadro 1, a lo largo de los diferentes gobiernos, con distintas tendencias políticas, había una visión común de la cultura:
- la unificación nacional, a través de los símbolos compartidos, traducida en la creación de instituciones para albergar piezas arqueológicas y de importancia histórica;
- la fundación de instituciones para la promoción del “arte culto” (la música y la literatura, entre otras manifestaciones artísticas); y,
- la promoción de la “educación pública laica y científica”, asociada a la idea de progreso que empapaba el pensamiento de la época en el mundo, y su influencia en México.
En 1905, durante el régimen de Porfirio Díaz, se creó la Secretaría de Instrucción Pública, que se encargaba de regular el funcionamiento del Museo de Arqueología e Historia, el Conservatorio Nacional, la Escuela de Arte Teatral, la Escuela Nacional de Bellas Artes, la Biblioteca Nacional y la Inspección General de Monumentos.[2] Asimismo, en 1910 se comenzó a construir el Palacio de Bellas Artes. El proyecto liberal se pospuso con la llegada de la Revolución Mexicana.
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