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Respuestas a la pregunta
LECTURAS
El poder de la anomalía*
Perry Anderson
Carlo Ginzburg ganó fama como historiador debido a sus extraordinarios descubrimientos sobre las creencias populares y sobre lo que los cazadores de brujas llamaron "brujería" en la modernidad temprana. A Los Benandanti y El queso y los gusanos, dos estudios de caso localizados en el rincón noreste de Italia, le siguió Historia nocturna, con su síntesis de extensión euroasiática. Aunque sus trabajos más recientes no sean menos desafiantes, es correcto decir que se ha producido una alteración significativa en sus formas y en muchos de sus temas. A los libros que escribió en los primeros veinte años de su carrera les han seguido una serie de ensayos, que a esta altura suman más de cincuenta, y que cubren una asombrosa variedad de figuras y tópicos: Tucídides, Aristóteles, Luciano, Quintiliano, Orígenes, San Agustín, Dante, Boccaccio, Moro, Maquiavelo, Montaigne, Hobbes, Bayle, Voltaire, Sterne, Diderot, David, Stendhal, Flaubert, Tolstoi, Warburg, Proust, Kracauer y Picasso, entre muchos otros. Todos ellos despliegan su formidable variedad de saberes. Como ilustra cada página de El hilo y las huellas, su trabajo más recientemente traducido al inglés, ningún otro historiador se aproxima a la extensión de su erudición.
Ginzburg, que opone una resistencia nominalista a las etiquetas temporales de cualquier tipo, desearía ignorar el dictum de Frederic Jameson, según el cual "no podemos no periodizar". Sin embargo, resulta imposible comprender su éxito sin recordar que el eje de su trabajo se encuentra en lo que, aunque bajo protesta, seguimos llamando "Renacimiento". Ese anclaje torna posible la facilidad y la naturalidad con las que su escritura va y viene desde la Antigüedad clásica y los padres de la iglesia hasta la Ilustración y el largo siglo XIX, y caracteriza a El hilo y las huellas y a las compilaciones que lo precedieron: Mitos, emblemas e indicios; Ojazos de madera; Historia, retórica y demostración, y Ninguna isla es una isla.