como el hombre ha influenciado desde la antigüedad en la explotación en exceso de gran cantidad de recursos naturales
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Los múltiples efectos de la presencia física y de la actividad del hombre sobre la faz del planeta Tierra en el curso relativamente breve de la historia de la humanidad tienden a ser dinámicos y están de tal manera entrelazados que es preciso clasificarlos para poder distinguir bien los factores espaciales de los temporales. El mundo, antes que el hombre se sirviese de utensilios y descubriera el fuego, era inmensamente rico en recursos naturales, orgánicos e inorgánicos. Pero decir esto es querer empezar la casa por el tejado; los recursos naturales no lo eran en absoluto mientras el hombre no existiera y fuese capaz de utilizarlos. La ingeniosidad para descubrir y apoderarse de los recursos naturales y utilizarlos ha constituido en el hombre una evolución constante y hoy se comprenden perfectamente desde el punto de vista arqueológico e histórico las etapas de esta evolución en las distintas partes del mundo, los cambios súbitos de su intensidad y modalidades causadas por la variación de la condición humana y el rápido y extraordinario progreso realizado en el siglo pasado. Se sabe que el hombre es más ingenioso que prudente, pero no hay que caer en el error de pensar que debe exponer sus ideas amenazando con el dedo y negando con la cabeza como Jeremías. La civilización es el resultado de la evolución, pero no habría podido existir si el hombre no hubiese encontrado tiempo para pensar y medios para actuar, aprovechando eficazmente las riquezas que le rodeaban para algo más que su subsistencia.
Desde los comienzos de la civilización, el hombre modificó el proceso natural del medio que le rodeaba penetrando con la azada o el arado en las reservas orgánicas del sistema ecológico de la tierra. Incluso el hecho de encender fuego con leña seca para calentarse desvía el proceso natural de descomposición que produciría humus y sólo deja de esta manera ceniza inorgánica. Durante mucho tiempo, el hombre no pudo ser mucho más que el equivalente de un animal con poco poder de transformación del medio, pero, en la revolución del neolítico, el hombre cazador y agricultor modificó más o menos intencionadamente el mundo que le rodeaba con la invención del fuego. Hay que tenerlo presente cuando se estudia la influencia del hombre en la biosfera: en este punto los resultados fueron mucho más allá del simple contacto inmediato. El fuego se propaga y cambia la vegetación, se ha utilizado para poder reducir a mana das animales de caza, gasto enorme de materia orgánica para una conveniencia momentánea, y se han provocado incendios para encaminar a los animales herbívoros hacia nuevos pastos, con un inevitable empobrecimiento del medio natural. De esta manera el hombre ha controlado hasta cierto punto el comportamiento de los animales salvajes y se ha alterado paulatinamente el medio en que vivían él y los animales.
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