Derecho , pregunta formulada por sandybelgonzalezmen, hace 2 meses

¿cómo deben ser las relaciones afectivas?​

Respuestas a la pregunta

Contestado por gokuymilkfans
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Respuesta:

El vínculo afectivo es un sentimiento de amor y empatía el cual une a las personas a nivel interpersonal. Emociones como la solidaridad, comprensión, cariño y ayuda mutua nacen a partir de este vínculo.

La presencia temprana en la vida humana de un vínculo afectivo estable, duradero y adecuado es indispensable para un correcto desarrollo integral, ya que la seguridad y bienestar que estos brindan son clave para la autoestima y autonomía de los individuos a futuro.

El primer vínculo afectivo se forma con quienes ejercen el papel de padres durante los primeros años de vida, este no está relacionado directamente con la convivencia o los lazos de sangre, sino que es algo que se crea y construye progresivamente entre personas cuyas acciones den lugar a los sentimientos propios de este tipo de relaciones.

Contestado por eliaswe2
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Respuesta:

Las relaciones afectivas se viven como un conocimiento sobre el otro y, en esa medida, conducen a un conocimiento de uno mismo. Las relaciones afectivas son parte de la formación de una identidad personal y de ensayo de vínculos con el otro género.

Explicación:

En Mexico, la investigación sobre la juventud ha separado el estudio de los jóvenes y de los estudiantes. Los estudios iniciales sobre jóvenes se enfocaron en la formación de grupos juveniles en la línea de lo marginal o contracultural: los jóvenes son estudiados como pertenecientes a culturas juveniles a partir de sus gustos musicales, vestimenta, arreglos corporales y las filosofías que siguen. El riesgo de exclusión social de grupos de jóvenes, así como los procesos identitarios y de apropiación de espacios urbanos condujeron a estudiar los sentidos que los jóvenes generan acerca de sus condiciones sociales. En estos estudios se concibe a la juventud como una construcción sociocultural específica y diversa en el tiempo y espacio, acorde a las condiciones de vida de los jóvenes; se critica su concepción como una etapa de vida más o menos semejante para todos los jóvenes (Medina, 2000 y 2009; Nateras, 2002). Además, se reconoce explícitamente la necesidad de estudiar a los "otros" jóvenes, los que continúan sus estudios (Reguillo, 2000: 31).

Por su lado, en la investigación educativa se ha dejado de considerar a los estudiantes como resultado de los procesos escolares, como agregados de indicadores de reprobación o desertores en potencia, y ahora se los estudia como actores educativos. En especial destaca el estudio de la condición estudiantil y de la experiencia en la escuela. El estudiante ahora es concebido como un actor social inserto en las instituciones, que elabora su experiencia en las mismas y la expresa. El bachiller, además de aprender los contenidos escolares, tiene vivencias sobre las prácticas escolares, se relaciona con sus pares en términos de amistades y participa en una socialización entre compañeros (Guzmán y Saucedo, 2005).

Guerra y Guerrero (2004) investigaron el significado del bachillerato para los estudiantes de una escuela tecnológica y del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) en la zona metropolitana. Encontraron que los estudiantes del bachillerato tecnológico lo consideran centralmente en función de la movilidad laboral y económica que les proporciona, mientras que los del bachillerato universitario lo consideran como un medio de acceso a la universidad y, en segundo lugar, como espacio de vida juvenil; los dos grupos de estudiantes mencionan su significado como espacio formativo y de acceso a los estudios superiores. Guerrero (2000) describió al bachillerato del CCH como un espacio juvenil, un recinto en el cual es posible la libertad, el ocio, el juego o el "estar ahí" simplemente; un lugar que se reconstruye día a día como un refugio y que genera un sentido de pertenencia en los estudiantes.

Weiss ( 2005) enfatizó que los estudiantes relatan experiencias como participantes en actividades de estudio, pero sobre todo como jóvenes. La escuela aparece como un espacio juvenil en el que se desarrollan procesos identitarios a través de la reflexividad. En el mismo sentido, Hernández (2006) encontró, en su estudio sobre el proceso de formación de la identidad de estudiantes de bachillerato, que éstos conjuntan sus actividades de estudio (asistir a clases, hacer "investigaciones" o exposiciones) con otras de orden juvenil (platicar, descansar, relacionarse con el otro género): construyen su identidad acomodando su vida juvenil a los estudios. En la escuela las actividades juveniles "gratificantes" se acomodan a las demandas de mantener una continuidad en las actividades y desempeño escolar. En su construcción identitaria, y la socialidad generada en su condición juvenil, se articula un discurso moral sobre la libertad, la responsabilidad y la maduración. La formación de la identidad aparece como un trabajo realizado junto con los otros jóvenes que participan en la vida estudiantil.

En el presente trabajo se analizan las actividades y pláticas que intercambian los y las jóvenes en torno a las relaciones afectivas.1 Estos intercambios se llevan a cabo en un contexto de socialidad intensa y generan una subjetivación de sus experiencias y una reflexividad sobre los comportamientos del otro género. Las relaciones afectivas se viven como un conocimiento sobre el otro y, en esa medida, conducen a un conocimiento de uno mismo. Las relaciones afectivas son parte de la formación de una identidad personal y de ensayo de vínculos con el otro género.

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