¿como debe desarrollar el cristiano su historia personal?
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La credibilidad humana, a su vez, se articula bajo dos respectos íntimamente vinculados. Los hombres creemos en "algo" y también creemos a "alguien". Ninguno de nosotros podría comprobar por sí mismo que la inmensa mayoría de saberes sobre los que descansa la vida es verdadera o falsa. Son muy pocas las cosas sobre las cuales podemos decir que tenemos una comprobación personal. Todos nosotros descansamos sobre los conocimientos milenarios, las ideas, la sabiduría que la humanidad ha adquirido fatigosamente por sucesivas generaciones para elevar sus condiciones de vida. Por lo demás, si la verdad tiene una dimensión histórica en el amplio campo de aquello que no es apodíctico, ocurre que ese "algo" que creemos verdadero es susceptible de verificación. El conocimiento se incrementa por la superación de la ignorancia o el error. De aquí que sea aún más complejo pensar que cada uno de nosotros sabe "algo" por sí mismo. Si "algo" sabe, en otras palabras, si tiene la verdad, la tiene en la medida que la historicidad de la humanidad se lo concede. Por tanto -siempre en el plano filosófico-, no podemos otorgar a la enseñanza de Jesús un grado de verdad que no cumpla con estas características. Pretenderlo, en realidad, nos pone del lado del engaño voluntario o incauto, lo que es especialmente grave cuando se avalan estos procedimientos en el nombre de Dios. "Algo" sabemos, sin duda, aunque sea nuestra propia ignorancia. Sabemos que ignoramos, pero también que podemos aprender. La sensatez humana fundamental nos permite "creer" en la verdad aunque sea con esta precariedad suya, la cual, paradójicamente, constituye una riqueza en cuanto cura de la hybris del conocimiento y de las mejores ideas de la humanidad.