¿Cómo contradecían los fósiles a las ideas fijistas de la época?
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El descubrimiento de fósiles desde la antigüedad, así como otros datos de la naturaleza, llevaron a pensadores de diversas culturas a intuir la idea de evolución. En la Grecia clásica, Anaximandro (siglo VI a. C.) ha dejado constancia de esto. Tampoco la teología cristiana ha estado indisociablemente ligada al fijismo a lo largo de su historia. Así, Tomás de Aquino y San Agustín negaron que Dios hubiera creado todas las especies en los primeros seis días. Según esta corriente teológica, Dios habría conferido un poder productor o creador a diferentes elementos de la Naturaleza y este poder sería el responsable de la creación de vida en distintos momentos de la historia de la Tierra.1
El fijismo como hipótesis científica no se formalizó sino hasta mediados del siglo XVIII en la obra de Carlos Linneo (1707-1778); el muy reconocido naturalista sueco, quien asentó las bases de la taxonomía moderna, desarrolló formalmente el fijismo; mantuvo que las especies se habían creado de forma separada e independiente y negó la posibilidad del origen común de los seres vivos. Hay que decir que el objetivo fundamental de Linneo era establecer la grandeza de Dios (el más poderoso) y de su creación, con lo que era consecuente.
El zoólogo y naturalista Georges Cuvier (1769-1832), impulsor de la anatomía comparada y de la paleontología, fue otro de los científicos ilustres que se posicionaron a favor del fijismo. Ante el incesante descubrimiento de fósiles de especies desaparecidas, Cuvier fue el padre de la teoría fijista conocida como catastrofismo, formulada para explicar la diversidad de los organismos fósiles que contradecían el fijismo y algo más creíble que otras teorías, como la de la vis plastica, que proponían los fósiles como caprichos de la naturaleza.
En el siglo XIX se acumularon las evidencias históricas, especialmente el hallazgo de dinosaurios, que hacían cada vez más difícil la aceptación del fijismo. La publicación de El origen de las especies desató una polémica que, finalmente, condujo a la aceptación del hecho de la evolución por la gran mayoría de los naturalistas, si bien la teoría evolutiva de Darwin tardaría más tiempo en ser definitivamente aceptada.
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