COMO CONSTRIBUYE LA danza sarawja a nuestra biodiversidad cultural
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Que, el primer párrafo del artículo 21 de la Constitución Política del Perú señala que los yacimientos y restos arqueológicos, construcciones, monumentos, lugares, documentos bibliográficos y de archivo, objetos artísticos y testimonios de valor histórico, expresamente declarados bienes culturales, y provisionalmente los que se presumen como tales, son Patrimonio Cultural de la Nación, independientemente de su condición de propiedad privada o pública, los mismos que se encuentran protegidos por el Estado;
Que, el inciso 1 del artículo 2 de la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO, establece que “se entiende por Patrimonio Cultural Inmaterial los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas – junto con los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que les son inherentes – que las comunidades, los grupos y en algunos casos los individuos reconozcan como parte integrante de su patrimonio cultural. Este patrimonio cultural inmaterial que se trasmite de generación en generación es recreado constantemente por las comunidades y grupos en función de su entorno, su interacción con la naturaleza y su historia, infundiéndoles un sentimiento de identidad y continuidad, y contribuyendo así a promover el respeto de la diversidad cultural y la creatividad humana”;
Explicación:
espero que te sirva :)
En la región andina de Moquegua, la comunidades del valle de Tixani son herederas de muchas tradiciones preincaicas. A través del tiempo han desarrollado expresiones artísticas basadas en esta herencia cultural que han devenido en la representación de su propia identidad cultural. La danza Sarawja, bailada durante las celebraciones de navidad y Semana Santa, es emblemática de los pueblos de Carumas, San Cristóbal y Cuchumbaya. Cada año, danzantes que ahora viven en la ciudad de Moquegua, regresan a participar en las celebraciones.
Los grupos danzan la Sarawja (que significa “me voy” en aymara) en las calles y plazas, yendo de casa en casa y de pueblo en pueblo, cantando y silbando al ritmo del charango. Los bailarines forman círculos en los que los hombres tocan y cantan mientras que bailan el zapateado y las mujeres cantan mientras giran a su alrededor. A menudo los versos son improvisados y aluden al amor, a su entorno, al sufrimiento y a la decepción.