¿Cómo caracterizarías el proceso de industrialización en Chile durante el siglo XIX?
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Durante la segunda mitad del siglo XIX, la economía chilena tuvo dos grandes ciclos expansivos ligados a la exportación de determinados productos a los mercados mundiales. En las décadas de 1850 y 1860, el crecimiento económico tuvo directa relación con la exportación de trigo, plata y cobre. Las finanzas públicas se estabilizaron y los ingresos fiscales crecieron de manera significativa por primera vez tras la Independencia; se modernizó el sistema financiero con la creación de numerosas instituciones crediticias al alero de la Ley de Bancos de 1860 y se modernizó la infraestructura productiva y de transportes del valle central chileno. El auge económico permitió al Estado financiar un amplio programa de obras públicas y educacionales, a la par que se reformó y modernizó el aparato legal con la promulgación de nuevos códigos que reemplazaron al sistema jurídico colonial. En consecuencia, con el despegue económico y el crecimiento de los centros urbanos, se instalaron en el país las primeras industrias orientadas al mercado interno. La expansión económica chilena era subsidiaria del espectacular crecimiento de las economías industriales europeas, que alcanzó su clímax a mediados de la década de 1860. Sin embargo, la detención de este primer gran ciclo expansivo de la economía mundial en 1873, inauguró un largo período de estancamiento que afectó profundamente a la economía chilena.
Tras la Guerra del Pacífico y la incorporación de las ricas regiones salitreras de Tarapacá y Antofagasta, el país conoció un nuevo ciclo de crecimiento económico, esta vez ligado a la exportación de salitre. La estructura económica adquirió una mayor complejidad, se expandieron los servicios públicos y las cuentas fiscales volvieron a estabilizarse. Los nuevos mercados de la región salitrera y de los centros urbanos en expansión dinamizaron al conjunto de la economía, creando una importante demanda por artículos industriales que en parte comenzó a ser satisfecha por productores nacionales. Sin embargo, durante este segundo período de crecimiento económico la moneda se devaluó fuertemente, reflejando las constantes fluctuaciones de los mercados internacionales frente a los cuales el país tenía poca protección. Poco a poco comenzaron a escucharse argumentos proteccionistas que propugnaron la intervención del Estado en pro del desarrollo industrial, a través de políticas proteccionistas que resguardaron al país de los inestables mercados globales. El paradigma industrializador tomó fuerza tras la creación de la Sociedad de Fomento Fabril en 1883, aunque no logró imponerse hasta que las grandes crisis económicas de la segunda y tercera década del siglo XX obligaron al Estado a replantear las políticas económicas.