como califican al plebiscito en 1957?
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Por: Redacción EL TIEMPO 02 de octubre 2016 , 01:05 p.m.
El domingo primero de diciembre de 1957 los colombianos salieron a votar en un plebiscito que muchos dicen que era más bien un referendo: una reforma constitucional cuyo contenido se sometía a la aprobación o no del pueblo –que dijo que sí–, para validar lo que se llamó el Frente Nacional: el acuerdo de paz entre los partidos Liberal y Conservador, que llevaban casi treinta años, o más, de una guerra civil no declarada. (Vea en video: Así vivió Colombia su primer plebiscito)
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Quizás por eso ese ‘Sí’ fue un plebiscito, porque en el fondo se le preguntaba a la gente si quería o no la paz, aunque el texto de la votación tuviera 14 artículos de una gran complejidad política y jurídica, en los que se hablaba no solo de la mecánica del Frente Nacional sino también de la igualdad de derechos entre los hombres y las mujeres, por ejemplo, y la obligación del Gobierno de invertir “no menos del 10 por ciento” de su presupuesto en la educación pública.
Pero la discusión real era esa: si después de tantas décadas de odio cainita, de sectarismo, de horror de lado y lado, los colombianos aceptaban un esquema político de transición en el que se olvidaban todas las heridas del pasado y en el que el poder, que hasta entonces había sido un botín de guerra, se repartía por mitades entre los dos bandos, que en la víspera estaban acostumbrados a matarse y a negarse sin tregua.
Esa fue la campaña del plebiscito, que además era el punto de llegada de la lucha civil contra la dictadura de Rojas Pinilla, quien a su vez había surgido como un ‘salvador de la República’ ante la feroz sangría de la violencia bipartidista. Pero lo que al principio pareció cura era en verdad un mal peor, como siempre pasa en esos casos, y esa fue también la certeza desesperada que llevó a la creación del Frente Nacional.
Por eso todo el establecimiento lo apoyó sin fisuras, los partidos políticos, la gran prensa, los industriales, el clero, todos; ‘la nación’, como se decía entonces. Y por eso la votación en el plebiscito de 1957 fue tan contundente, 4’169.294 votos en favor del ‘Sí’, contra 206.654 en favor del ‘No’ y 20.738 votos en blanco: las elecciones con el nivel más alto de participación en la historia de Colombia.
Había también quienes se oponían, claro, desde el directorio conservador de Antioquia hasta uno de los caudillos históricos de la derecha colombiana, Gilberto Alzate Avendaño. Y un político rojista, José María Nieto, repartió un volante que decía: “Católicos: ¡Alerta! El plebiscito será un triunfo del comunismo, del protestantismo y de las logias liberales contra la Iglesia”. Los comunistas, sin embargo, se abstuvieron, no votaron.
Así empezó el Frente Nacional, y es un lugar común adjudicarle el origen de buena parte de nuestras desgracias en las últimas cinco o seis décadas. Se supone que allí, en esa voraz repartija del poder entre los liberales y los conservadores, empezó todo lo malo, empezó o empeoró: la corrupción de los partidos y su desquiciamiento ideológico; la perpetuación de un sistema político excluyente y cerrado.
La manera en que esa alianza contradecía su propio nombre y sus aspiraciones, pues imponía a la brava una idea binaria de ‘lo nacional’ en la que muchos actores, que ya para ese momento no eran liberales ni conservadores, o que nunca lo habían sido, se quedaron por fuera, adobando un resentimiento y un rechazo hacia el sistema que muy pronto iba a ser el caldo de cultivo, la cantera, de nuevas violencias, de otra guerra sin fin.
También el Frente Nacional significaba el triunfo de un proyecto oligárquico y desvergonzado: el pacto de no agresión de ese “país político” al que tanto había criticado Jorge Eliécer Gaitán y que después de haberse matado por el poder con sus banderas rojas o azules, ahora decidía que era mejor repartírselo con gotero y en partes iguales, cobijarse todos con él, taparse las vergüenzas y anular así el pasado y sus infamias.
Todo eso es cierto y podrían decirse aún más cosas, si uno quiere. Pero con una sola aclaración sobre la mesa que también es necesaria y que se nos ha ido olvidando con el tiempo: el Frente Nacional, con todos sus defectos, con todas sus consecuencias, fue un verdadero proceso de paz. Y además uno muy exitoso y duradero, aunque restringido, claro, al problema para el cual fue concebido como solución, la violencia bipartidista.