¿Cómo afecto a la música el contexto político y social de la censura en el rock de los 70?
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Aquel día negro de 1976 la Junta Militar tomaba el control y anunciaban la implementación del llamado plan de "reorganización nacional" al margen de la Constitución.
Tomaron el control de todo: decidían qué se podía leer, decir, hacer y qué música había que escuchar. Se confeccionaron listas con las canciones que no podían ser pasadas por las radios. Muchos artistas fueron prohibidos y tuvieron que dejar el país.
La lucha emprendida por el Proceso para disciplinar a los jóvenes sería lenta y estaría marcada por las razzias. Esta forma de persecución estaba a cargo de las fuerzas de seguridad. El periodista Sergio Pujol, autor del libro Rock y Dictadura, fue testigo de esos años duros y recopiló la historia en la palabra de los protagonistas.
"En la música en general, la dictadura estableció un vinculo de tensión y hostigamiento. Sobre algunos géneros más que con otros. Tuvo una relación cordial con el tango o con algunas figuras representativas del género y violenta con el folclore, especialmente con el llamado del nuevo cancionero como César Isella o Mercedes Sosa.
Había una línea de compromiso político y muchos representantes se fueron del país". En cambio, la relación fue distinta con el rock.
Ser rockero era sinónimo de subversivo. Esto quedó registrado en el discurso que brindó el almirante Emilio Massera el 25 de noviembre en la facultad de Ciencias Sociales de la Universidad del Salvador. "El estremecimiento de la fe terrorista, derivación previsible de una escalada sensorial de nítido itinerario (...) continúa con el amor promiscuo, se prolonga en las drogas alucinógenas y en la ruptura de los últimos lazos con la realidad objetiva, común y desemboca al fin en la muerte, la ajena o en la propia, poco importa ya que la destrucción estará justificada por la redención social", sostenía Massera frente a los alumnos.
Pujol recordó estas palabras del almirante "ese famoso discurso es tenebroso, estaba colgado en la redacción de la revista Expreso Imaginario (revista de rock que nació en 1976) porque ahí hay una idea de persecución que va más allá del militante político. Por el sólo hecho de ser joven es objeto de sospecha y debe ser vigilado. El rock argentino de los ´70 y principios de los ´80 no era masivo, era un género seguido por la clase media y no ocupaba los titulares en los diarios y no había suplementos o recitales auspiciados por marcas de cervezas o celulares. No era marginal porque había revistas o discos, pero era un público minoritario".
Muchos músicos se tuvieron exiliar hacia Estados Unidos, México y Europa. "León Gieco contó que viviendo en el exterior, tomaron conciencia de lo que pasaba en la Argentina gracias a la información que manejaban los organismos de derechos humanos, principalmente en Europa. Los que volvieron, la mayoría de ellos antes del 83, lo hicieron con los temores que se habían ido y con una idea más firme de los que sucedía", completa Sergio Pujol.
El poder de prohibir. La Junta Militar armó "listas negras" con las canciones que no se podían emitir en los medios de comunicación. Charly García optó por el sentido más poético y así logró la difusión de sus canciones. Sobre el tema, Sergio Pujol agrega que "las letras de las canciones apelaban a las alegorías o metáfora y no al mensaje directo. Charly fue un gran crítico de costumbres, tuvo la valentía y la agudeza para traducir en sus canciones ese clima de la época de asfixia. Uno escucha la letra de "Viernes 3 am" y experimenta una sensación de ahogo, lo mismo pasa con "Alicia en el país" y en otras canciones". Los recitales de rock de la época eran un refugio, un lugar donde los jóvenes se juntaban en medio de tanto silencio, para escuchar música. Como dice Luis Alberto Spinetta en la canción "Cantata de puentes amarillos": "Aunque me fuercen yo nunca voy a decir que todo tiempo por pasado fue mejor ¡Mañana es mejor!".