Cómo afecta un insecticida a un ecosistema de plantas
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A pesar de su pequeño tamaño, las abejas provocan grandes beneficios. Como animales polinizadores facilitan la reproducción de especies vegetales silvestres y cultivadas, lo que es fundamental para producir alimentos y medicamentos.
De hecho, dos tercios de los cultivos mundiales dependen de animales polinizadores como la abeja y nuestra nutrición se beneficia de su trabajo por medio de frutas, legumbres, hortalizas o semillas variadas y de calidad. Tanto es así que la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación) las define como “aliadas cruciales en la lucha contra el hambre”.
A pesar de su importancia, diversos estudios científicos constatan la reducción de las colmenas, lo que supone una seria amenaza para la seguridad alimentaria y la nutrición. Las causas de este declive son la agricultura intensiva, el monocultivo, el aumento de las temperaturas debido al cambio climático y el uso de productos químicos agrícolas como los pesticidas, los fertilizantes o los herbicidas.
Los pesticidas, a pesar de estar dirigidos a especies concretas, pueden ser tóxicos para seres humanos y otros animales tanto por inhalación como por consumo de productos que hayan sido expuestos a altas cantidades de estas sustancias.
Dentro de los herbicidas, el más utilizado es el polémico glifosato. Sintetizado en los años setenta y tradicionalmente considerado como un producto efectivo e inocuo, no fue hasta la década de los noventa cuando se escuchan las primeras voces denunciando sus efectos perjudiciales. Entre ellos, se ha podido demostrar una relación directa con la mortandad de las abejas: las abejas que visitan flores expuestas al glifosato se vuelven más vulnerables a las infecciones y presentan alteraciones en la memoria o en el olfato.
Otra de las problemáticas del uso de estas sustancias es el efecto resistencia. Al igual que los antibióticos, el uso indiscriminado de pesticidas provoca la aparición de especies resistentes a ellos que resultan difíciles de controlar.
En cuanto a los fertilizantes, el riesgo medioambiental más citado es el de la eutrofización de las aguas que consiste en la contaminación del agua potable por el exceso de nutrientes, principalmente nitrógeno y fósforo, procedentes mayoritariamente de la actividad agrícola o ganadera. El Mar Menor, en la Región de Murcia, es un triste ejemplo de este fenómeno.
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