Comentarios acerca de los aspectos económicos de parte de Walt Disney
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Una de las teorías más populares en los libros de texto de economía que justifican las amplísimas intervenciones estatales es la de los fallos del mercado. Éstos, aunque tradicionalmente se han dividido en tres, se pueden identificar siempre que la realidad económica no coincida con el equívocamente llamado modelo de competencia perfecta; es decir, en la gran mayoría de los casos. ¿Incertidumbre, información imperfecta, monopolios, perturbaciones económicas...? Todo puede caber dentro del gran saco de los fallos del mercado, para justificar mayores intervenciones y llenar el estómago insaciable del estado.
Dentro de este gran saco, la teoría de los bienes públicos sostiene que el sector privado será incapaz de proveernos de aquellos bienes cuyo consumo sea conjunto, es decir, que el hecho de que una persona consuma una unidad adicional de un bien o servicio, no hace disminuir el consumo de otra. Por ejemplo, en el caso del alumbrado de las calles, el que aumente el número de transeúntes que se benefician de la luz, no implica que otros se vean perjudicados. Además, estos bienes también suelen presentar la cualidad de que su consumo no se puede excluir. En el ejemplo, no se puede evitar que un transeúnte concreto, que no haya pagado por el alumbrado, disfrute de él. Por estas razones, se dice que estos bienes deben ser provistos de manera coactiva por las administraciones públicas, ya que los agentes privados no lo harían, debido especialmente al problema del gorrón o free-rider.
Obviando las críticas teóricas que se pueden hacer esta teoría, un caso real bastaría para refutar la afirmación de que resulta imposible que instituciones privadas provean adecuadamente de bienes colectivos. El caso que he escogido, dentro de la infinidad de ejemplos que existen, es el de Walt Disney World (WDW). Es un complejo de ocio del tamaño de San Francisco, situado en Florida, que cuenta con parques temáticos, acuáticos, campos de golf, complejos deportivos, numerosos hoteles y tiendas, así como centros de entretenimiento y restaurantes. Lo más destacable, en relación con los párrafos anteriores, es que el sector público ha participado muy poco en este gran proyecto y ha concedido gran autonomía y libertad (como ciertas exenciones legales y regulatorias) a la compañía de Disney para llevar a cabo sus ideas. ¿Y qué hizo la compañía con esta libertad? ¿Contaminar salvajemente, destruir la fauna y la flora a su antojo, establecer la ley de la selva? Pues no, todo lo contrario, y es que destaca la actitud de respeto al medioambiente y de preservación de los espacios naturales en todo el parque. ¿Y qué hay de los bienes públicos? Los provee la misma compañía: bienes públicos de toda variedad desde las calles y el alumbrado hasta sistemas de recogida de basuras, con una tecnología muy innovadora. Han leído bien, se trata de una gran ciudad o comunidad que demuestra que la provisión privada de bienes colectivos es perfectamente viable.