Comenta el elemento 2, Todos los hombres son sujetos que tienen una moral.
De sócrates
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
II
Sobre la base de lo dicho, se pueden comprender mejor las razones por las cuales Sócrates se ve inclinado a aplicar al caso específico del error moral su concepción de la naturaleza del error (cognitivo), en general. Según esta concepción, resulta esencial a toda forma de error la presencia de un componente irreductible de autoengaño. La tesis socrática sobre la conexión estructural entre error y autoengaño constituye, sin duda, uno de los aportes más decisivos de Sócrates al pensamiento filosófico occidental. Su significado nuclear puede formularse del siguiente modo: a quien está en el error, y en la medida precisa en que lo está, el error no se le revela como error, sino que se le aparece, más bien, como lo contrario de lo que en realidad es, es decir, como genuino saber. Precisamente por ello puede decirse que el sujeto se encuentra en el error.
Si, por caso, alguien cree erróneamente que la capital de Francia es Berlín, éste, en la medida en que lo cree, da por verdadera la proposición "la capital de Francia es Berlín", la cual es, sin embargo, falsa. Pero dicho sujeto se encuentra en el error porque, mientras cree que la proposición en cuestión es verdadera, no está en condiciones de reconocer la asimetría entre el valor de verdad que él mismo asigna a tal proposición a través de la correspondiente actitud proposicional (verbi gratia, la actitud de creencia, en el sentido de "creer que..."), por un lado, y el valor de verdad que corresponde a la proposición, como tal, por el otro. Según una caracterización tradicional, se está en el error cuando se tiene lo verdadero por falso o bien lo falso por verdadero. Pero esto sólo es posible cuando no se está en condiciones de reconocer, como tal, dicha divergencia en los valores de verdad vinculados, en cada caso, con las proposiciones y las correspondientes actitudes proposicionales. En este sentido, el error involucra esencialmente un componente de autoengaño de parte del sujeto que se encuentra en él, ya que mientras permanece en él, y en la medida en que lo está, el sujeto no está en condiciones de reconocer el error como error. Por el contrario, el sujeto que se encuentra inmerso en el error se ha identificado siempre ya con el correspondiente contenido proposicional, al darlo por verdadero, de modo tal que éste le aparece, más bien, como vehículo de saber. Tanto el error como el saber comportan esencialmente un componente de identificación, en virtud del cual el sujeto del caso se ha identificado siempre ya con los correspondientes contenidos proposicionales. Es justamente este rasgo compartido, es decir, la presencia en ambos de dicho componente de identificación, lo que explica que, desde la perspectiva de la primera persona, la diferencia entre error y saber tenga un carácter esencialmente auto-ocultante: el error sólo puede operar efectivamente como error sustrayéndose en su carácter de error.
Explicación:
En la medida en que involucra dicho componente de identificación de parte del sujeto y posee un carácter esencialmente auto-ocultante, el error sólo puede ser detectado al ser reconocido como tal, a través de un autodistanciamiento que quiebra la inicial identificación con los correspondientes contenidos proposicionales. Para retomar el ejemplo anterior, si alguien cree por error que la capital de Francia es Berlín, sólo podrá salir del error si reconoce como falsa la proposición "la capital de Francia es Berlín", que inicialmente daba por verdadera, a través de la correspondiente actitud proposicional (verbi gratia, la creencia). Al hacer esto, el sujeto se distancia del contenido que antes tomaba como vehículo de saber y ahora, al declararlo falso, toma en retrospectiva como el vehículo al error. Sólo entonces, es decir, una vez que el sujeto ha reconocido la falsedad de su creencia anterior el sujeto está en condiciones de obtener genuino saber: después de haber descubierto que, contra lo que creía saber, Berlín no es la capital de Francia, sino de Alemania, el sujeto puede reconocer que, en realidad, no sabe cuál es la capital de Francia y de buscar entonces los caminos para cubrir esa laguna en su conocimiento. Ahora está en mejores condiciones para llegar a saber en verdad cuál es la capital de Francia, precisamente, en la medida en que supera el auto-engaño inicial y toma conciencia de que no sabe lo que creía saber. Este simple ejemplo permite ilustrar con suficiente claridad el alcance de la tesis socrática según la cual el primer paso para la obtención de genuino saber reside habitualmente, al menos, en el caso de un ser falible y finito como el hombre, en el reconocimiento del error y la ignorancia como tales.
De esta concepción en torno a la naturaleza y la estructura del error, en general, y de su aplicación específica al caso del error moral, se siguen importantes consecuencias para el modo en que Sócrates considera diversos casos del fenómeno del conflicto motivacional.