¿Come se dio la corrupción al inicio de la República peruana? Ayúdenme plisssss
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espero que esto te ayude:
Ama sua quiere decir “no seas ladrón”. Si en tiempos de los Incas existía el concepto es porque sucedía en la realidad: ladrones de ganado, de cosechas, curacas o panacas que se quedaban con más ofrendas de las que les correspondía. En fin, aquella realidad era muy distinta porque, para empezar, se desconocía la moneda y el intercambio que de ella se desprende, y porque, para terminar, las necesidades de servicios, desde la alimentación, hasta el vestido, estaban prácticamente satisfechas. Aquel era un sistema que funcionaba y abastecía casi a todos por lo que difícilmente podemos hablar de una corrupción tan enquistada en la sociedad como la que hoy nos sacude.
Es evidente, pero no solemos pensarlo y me gustaría llegar al público más joven: en los tiempos coloniales no había Iphone ni internet, ni siquiera había simultaneidad entre Europa y América. Si moría el Rey de España, el Virrey del Perú se enteraba más de 4 meses después y, así y todo, se declaraba duelo y se realizaban pompas fúnebres por todo el virreinato, misas, oración, procesiones para pedir por el alma del monarca desaparecido, y, seguidamente, las ceremonias de festejo del advenimiento del nuevo Rey. Mientras tanto, en España, ya estaban hace rato en otra cosa.
Esta situación -y las falencias de control y fiscalización que suponían- la tenían muy clara los españoles que dejaron la península para afincarse aquí; y, algunas generaciones después, la tuvieron igual de clara los criollos americanos. En el imaginario español de los siglos XVI y XVII, el Nuevo Mundo era algo así como la oportunidad de lograr lo que en la Madre Patria era imposible para el que nacía pobre y sin título nobiliario; es decir, sin “sangre azul”. ¿Qué querían los que vinieron? Pues obtener riquezas y prestigio a costas de las arcas reales y del trabajo indígena, y, en este concepto, tan bien retratado en la expresión hacer la América, coincidían, con honrosas excepciones, básicamente todos: el Virrey, los presidentes de las audiencias, los oidores, corregidores y oficiales reales (mucho más si son de aduanas), curas doctrineros, etc., pues de eso se trataba el sueño americano de entonces.
Me dijeron muchas veces "no juzgues el pasado": muy bien, no juzgo, solo digo que la corrupción fue la manera como la sociedad se relacionó con el Estado durante el periodo colonial en la América Virreinal, donde cualquier transacción, desde la más banal, suponía una coima, soborno o ventaja -estos los casos más livianos- en favor del funcionario. El Rey, en España, mordía su rabia, no había como controlar a esas gentes de tan lejos; los que enviaba a fiscalizar tanto boato entraban al juego felices y de inmediato, hasta que se hartaron los monarcas borbones y nos aplicaron sus draconianas reformas en el siglo XVIII.
En el colegio nos contaron que una justa causa de la Independencia es que los criollos querían acceder a los cargos públicos, monopolizados por los españoles. Es una verdad a medias, ya que en el siglo XVII los criollos podían inclusive comprar dichos cargos. Básicamente, el único cargo que les estaba vedado era el de virrey. Lo que pasa es que se los quitaron por corruptos, para que ya no se roben más lo que le correspondía a la Real Hacienda de su Majestad. Y es para volver precisamente a lo mismo que algunos de ellos se subieron, a última hora, al caballo errático de la Independencia.
Creo que en esta parte del camino ya puedo detenerme en mi idea central, cuya mitad he señalado antes: en el Perú la sociedad se relacionó con el Estado a través de la corrupción como hábito, cultura o costumbre de las que todos -o casi todos- participaban y que nadie -o casi nadie- se cuestionaba. La segunda parte de mi idea es que en ningún periodo de la historia del Perú Independiente se hizo tabla rasa, ni se implementaron las profundas y absolutamente necesarias reformas para desarraigar un hábito, una costumbre, una cultura, una mentalidad y reemplazarlas por otras mejores, rectas, republicanas.