ciencia y tecnologia del periodo clasico doy coronita
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Hola.
Llegaron con el siglo XIX, la industrialización y la maquinización de la sociedad, y con ellas un nuevo realismo. La Revolución llegó arrastrando tras de sí el bagaje metafísico y moral del antiguo régimen para ponerlo patas arriba y dar al traste con mil años en los que el feudalismo engordó y creció, devorándose a sí mismo desde dentro, revolviendo su propia estructura en un acto de darwinismo forzado y dando luz al absolutismo monárquico. Todo para suicidarse poco después gracias al despotismo ilustrado, la fórmula más coherente posible en el ocaso de una forma de vida y de entender el mundo. Sirva este melodramático introito para situarnos en el punto que nos interesa, el conflicto entre las cosmovisiones cristianas y el nuevo orden burgués, un debate que dominaría la vida política y filosófica desde la revolución francesa, ese apéndice con mala hostia del pensamiento ilustrado, hasta -seamos generosos- hace dos días.
La vida intelectual y, por ende, la literaria presentaron en este punto (el incipiente siglo XIX) una nueva cara que contemplaba con decepción los rescoldos de la República, un sueño de igualdad y libertad universal fundamentado en la razón, cuyo trágico final (entiéndase en plural) culminaría con sucesivos imperios más o menos resultones, al menos desde aquel gran genio militar al que tantos esquizofrénicos paranoides se empeñan en emular hundiendo una mano bajo la chaqueta. Es más, la racionalización de la vida política y la industrialización del continente presentaban su cara más fea, la victoriana; un popurrí de puritanismo cafre y liberalismo en pañales, perfecto colofón para el imperialismo, el estadio evolutivo que sucede al nacionalismo. No nos detendremos en esto. Sí lo haremos en cambio en el choque de mentalidades que propició la reacción intelectual y artística conocida como Romanticismo, un deseo de trascender los estrechos límites impuestos por el positivismo y la implacable lógica industrial por la vía de pintar arbolitos y poner cara de estar poniendo un huevo.