celebraciones cristianas que fortalecen la fe en la resurrección
Respuestas a la pregunta
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Cuántas celebraciones ocupa
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En palabras sencillas, podemos decir que la Liturgia es la celebración comunitaria de la fe, en la que los creyentes unidos a toda la Iglesia, nos encontramos con Dios, que se hace presente entre nosotros, y actualiza, renueva, y prolonga, los maravillosos acontecimientos de nuestra salvación.
La Liturgia no es un mero recuerdo de acontecimientos o acciones pasados. Todo lo contrario, la Liturgia actualiza dichos acontecimientos y acciones, los hace de nuevo presentes, y reaviva las gracias que ellos consiguieron para nosotros en el momento en que tuvieron lugar.
En su desarrollo, la Liturgia emplea gestos y acciones simbólicas, signos y palabras especiales, que evocan los acontecimientos centrales de la vida de Jesús entre nosotros y sus acciones y palabras, los reviven y actualizan, por el poder del Espíritu Santo. Las celebraciones litúrgicas son verdaderos encuentros con Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, que nos comunica en ellos sus dones y gracias de salvación.
LAS CELEBRACIONES LITÚRGICAS
Las celebraciones litúrgicas de la Iglesia son esencialmente los Sacramentos.
El origen de los Sacramentos está en los acontecimientos de la vida de Jesús y en sus milagros. Las palabras y las acciones de Jesús durante su vida oculta y su ministerio público, eran ya salvíficas, es decir, daban la salvación, anticipaban la fuerza de su Misterio Pascual, su Pasión, Muerte y Resurrección y Ascensión al cielo, y anunciaban y preparaban aquello que Jesús daría a la Iglesia cuando todo se cumpliera.
Después de su Resurrección, Jesús envió a los apóstoles para predicar el Evangelio y para que realizaran la obra de la Salvación que anunciaban, mediante los Sacramentos. “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y hagan discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que Yo les he mandado. Y he aquí que Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mateo 28, 18-20).
Después de Pentecostés, animados y fortalecidos por el Espíritu Santo, los apóstoles se convirtieron en signos sacramentales de Jesús, salieron a predicar por todas partes el Mensaje de su Maestro, tal y como El les había mandado, y comunicaron su poder a otros para que hicieran lo mismo. El libro de los Hechos de los Apóstoles nos lo cuenta: “Había enla Iglesia fundada en Antioquía profetas y maestros. Bernabé, Simeón llamado Niger, Lucio el cirenense, Manahén, hermano de leche del tetrarca Herodes, y Saulo. Mientras estaban celebrando el culto al Señor y ayunando, dijo el Espíritu Santo: ‘Sepárenme ya a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado’. Entonces, después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y los enviaron” (Hechos de los Apóstoles 13, 1-3).
Así, poco a poco, fue creciendo la Iglesia, y “los creyentes cada vez en mayor número, se adherían al Señor…” (Hechos de los Apóstoles 5, 14), recibían el Bautismo (cf. Hechos de los Apóstoles 2, 41) y luego la Imposición de las manos (Confirmación) que les comunicaba el Espíritu Santo (cf. Hechos de los Apóstoles 8, 17), y participaban en la Fracción del pan (Eucaristía) que todos los días realizaban en las casas (cf. Hechos de los Apóstoles 2, 42), siguiendo el ejemplo de Jesús.
Actualmente los católicos continuamos esta tradición que nos viene de los apóstoles, nos reunimos en la iglesia, y orientados y dirigidos por los Ministros consagrados por el Sacramento del Orden, que presiden nuestra comunidad, celebramos nuestra fe en los Sacramentos, unidos íntimamente a la Iglesia Universal, extendida por todo el mundo.
Santo Tomás afirma: “El sacramento es un signo que rememora lo que sucedió, es decir, la Pasión de Cristo; es un signo que demuestra lo que sucedió entre nosotros en virtud de la Pasión de Cristo, es decir, la gracia; y es un signo que anticipa, es decir, que preanuncia la gloria venidera” (Santo Tomás citado por el Catecismo de la Iglesia Católica N. 1130).
Los Sacramentos son signos sensibles, palabras y acciones, accesibles a nuestra capacidad humana de conocer, instituidos por Cristo y confiados a su Iglesia, que realizan eficazmente la gracia que significan, en virtud de la acción de Jesús y por el poder del Espíritu Santo.
En los Sacramentos, Jesús Resucitado y glorificado a la derecha de Dios Padre, se hace presente entre nosotros, y nos comunica las gracias propias de cada Sacramento, haciendo así activa y operante la salvación que nos consiguió en su sacrificio de la cruz.
En los Sacramentos Jesús Resucitado acontece en nosotros, obra en nosotros con todo supoder de Dios, es Dios en nosotros, y nos transforma desde dentro con su amor y su gracia, para que nosotros seamos cada vez más imagen suya, transparencia suya.
La Iglesia nos enseña que los Sacramentos son siete: Bautismo, Confirmación, Penitencia o Confesión, Eucaristía o Comunión, Unción de los enfermos, Orden Sacerdotal y Matrimonio.
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