características que tenía en el Perú del siglo XIX
Respuestas a la pregunta
Respuesta: La inmigración en Perú es una actividad que se ha producido desde la época del Virreinato, con españoles y africanos, a lo largo de su época republicana y hasta nuestros días, con los movimientos migratorios más importantes de Venezuela y Asia (principalmente China y luego Japón) y en menor medida de alemanes, ingleses, franceses, portugueses, croatas, árabes y judíos
En el Perú se encuentran diversas comunidades de ascendencia de diversos países europeos, principalmente debido a que se trató de una migración por lazos familiares, vecinales y de amistad, ocurrido desde mediados del virreinato del Perú. Los migrantes llegaban como prestadores de servicios, profesionales, comerciantes e inversores al próspero virreinato y, después de la proclamación de independencia, a la república.
Los europeos que llegaron al Perú tomaron posiciones importantes en la vida económica peruana aunque sin llegar a penetrar en las élites. Hubo miembros de la burguesía europea que llegaron como empleados de las grandes casas comerciales de Europa, si bien algunos estuvieron de paso, otros tantos formaron familias con mujeres peruanas radicando definitivamente en el Perú
Explicación:
Respuesta:
La irrupción de la modernidad política en Hispanoamérica —el paso de un gobierno monárquico a uno republicano-representativo— siempre han sido materia de controversia en cuanto a sus efectos democratizadores a lo largo del siglo XIX. La historiografía económico-social resaltó que el cambio político se articuló con la desigualdades económicas, sociales y raciales coloniales dando como resultado que el discurso político “democrático” fuese superficial en la práctica. La historiografía política, en respuesta, sin negar la desigualdad social y con diferentes énfasis, ha incidido en cómo las élites construyeron un discurso nacional que integraba a los sectores populares en la comunidad política, mostrando como ciertos mecanismos institucionales les permitía participar políticamente de forma efectiva. Rolando Rojas en La república imaginada reflexiona sobre estos temas en un espacio y periodo circunscrito: Lima durante el gobierno del libertador argentino José de San Martín, el Protectorado (1821-1822), cuando la independencia peruana recién proclamada no estaba asegurada —los españoles fueron vencidos en 1824
Para probar estas ideas, Rojas analiza en tres capítulos las representaciones culturales sobre los criollos, indígenas y los sectores populares que encuentra en la prensa limeña, memorias y testimonios de viajeros extranjeros relacionándolos con la política del Protectorado los que son conectados con el discurso liberal decimonónico en los epílogos de cada capítulo. Como queda claro en el primero, “La autorrepresentación criolla. Disputas entre patriotas “extranjeros” y limeños”, fue prioritario que los criollos limeños fundamenten su capacidad para gobernar a la nación peruana contra las élites criollas extranjeras, quienes tomaron control del gobierno bajo el discurso de que los limeños eran incapaces tanto para luchar por su independencia como para autogobernarse a causa de su carácter “sensual” y su poco desarrollado “espíritu de la libertad”. Los limeños, por su parte, trataron de explicar primero los hechos que limitaron sus acciones rebeldes, resaltando el apoyo dado a San Martín al llegar al Perú, pero poco después su discurso se tornó beligerante y anti-extranjero calificando al libertador como un déspota que buscaba instalar un gobierno monárquico. Rojas resalta un hecho sobre este debate: este trascendió, con otros referentes, al discurso historiográfico nacionalista que debatía si la independencia peruana fue “conseguida” por los peruanos o “concedida” por los extranjeros. Habría que agregar que este asunto no era meramente historiográfico o cultural dado que de forma similar al Protectorado lo que estaba en juego era la lucha pública por la historia que se articulaba con el cuestionamiento a la capacidad política de las élites dirigentes: desde Bartolomé Herrera en 1846 hasta Heraclio Bonilla en 1972.[1]
Explicación:
espero k sirva