Ciencias Sociales, pregunta formulada por AnsuFati22, hace 3 meses

Características AntiLiberalismo​

Respuestas a la pregunta

Contestado por linaresgustavo530
1

Respuesta:

La unificación de los bienes públicos y privados, la negación de la propiedad privada, el dominio total de todos los bienes a cargo del gobierno, la negación del derecho de elegir

Contestado por domingoprieto35
2

Respuesta:

El antiliberalismo es un término muy extenso. Tan vasto y plural como los propios liberalismos. Envuelve la gama de las resistencias a la contrarreforma liberal aparecidas desde la insurrección zapatista de 1994, las huelgas del invierno de 1995 y las manifestaciones altermundistas de 1999 en Seattle. Expresa una gran denegación social y moral que no ha llegado (¿aún ?) a dotarse de estrategias políticas realmente alternativas. Puesto en escena a escala planetaria por los foros sociales, popularizado por los libros críticos de Viviane Forrester o de Naomi Klein, es el momento – necesario sin duda alguna – de la negación : “El mundo no es una mercancía, el mundo no debe venderse…” “Otro mundo es necesario”, pero ¿cuál ? Y sobre todo : ¿cómo volverlo posible ?

Este “momento antiliberal”, señalado por el regreso de la cuestión social y la irrupción de los movimientos sociales (antiguos o “nuevos”), permitió deslegitimar al discurso liberal que triunfaba a principios de los años noventa. Pero, de las respuestas que deben aportarse a “la revolución pasiva” neoliberal, el espectro está bastante abierto. Hablar en singular de un movimiento altermundista, como si se tratara de un gran sujeto susceptible de tomar el relevo de un proletariado en vías de extinción, es no solamente aventurado, sino erróneo. Sobre el “Otro mundo”, cohabitan en efecto – y esto está muy bien así, a condición de no desvanecer las divergencias reales en un consenso diplomático – los opositores radicales a instituciones como el Banco Mundial y la OMC, así como partidarios de sus políticas ; partidarios del “sí” y del “no” al referéndum sobre el Tratado Constitucional Europeo (TCE) ; los que quieren humanizar la mercantilización del mundo y los que quieren derribar los ídolos ; los que administran las privatizaciones y las reformas de la protección social, y los que se oponen a ellas…

Boris Séméniako

¿Todos antiliberales ? En cierta medida y hasta un determinado punto. En distintos grados y de modo diferenciado. Algunos se contentarían con corregir el margen de excesos del liberalismo salvaje, sin poner en entredicho su matriz capitalista. Otros quieren cambiar radicalmente de lógica social. Las líneas divisorias no dependen, o sólo de manera secundaria, de cuestiones terminológicas (antiliberalismo o anticapitalismo), sino de cuestiones políticas concretas. Lula y el Partido de los Trabajadores, en Brasil, así como Refundación Comunista, en Italia, han sido, desde el principio de los Foros Sociales en 2001, los dos pilares del movimiento altermundista en América Latina y Europa. El primero es actualmente un destacado alumno neoliberal, citado como ejemplo por el Fondo Monetario Internacional. El segundo colabora con disciplina a la política belicista e antisocial de Romano Prodi. Ambos purgan sus partidos respectivos de aquellos representantes electos críticos. Queda claro en América Latina que “el antiliberalismo” de Chávez o de Morales no tienen el mismo sentido, ni la misma dinámica que el de Lula o Kirchner.

El antiliberalismo es entonces en el mejor de los casos un significado flotante para designar un frente de negaciones que va de la izquierda revolucionaria a las utopías neokeynesianas, del pacifismo teológico al antiimperialismo militante. Puede ser una palanca unitaria eficaz para acciones y campañas precisas, como contra la deuda externa o contra la guerra, contra la directiva Bolkenstein o contra el Tratado Constitucional (aunque, sobre este tema, el frente se haya dividido). Pero no constituye en sí un proyecto político. Eso eso lo que mostró la división de la izquierda radical en Francia en las elecciones legislativas y la presidencial : la “victoria defensiva” que representa el “No” al referéndum sobre el TCE no era mecánicamente convertible en una dinámica ofensiva alrededor de un programa y de una estrategia de alianzas.

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