Capítulo segundo: “Jesucristo siempre joven”.
El Papa aborda el tema de los años de juventud de Jesús y recuerda la historia evangélica que describe al Nazareno “en su adolescencia, cuando regresó con sus padres a Nazaret, después de que lo perdieron y lo encontraron en el Templo”. (26). No debemos pensar, escribe Francisco, que “Jesús era un adolescente solitario o un joven que pensaba en sí mismo. Su relación con la gente era la de un joven que compartía la vida de una familia bien integrada en el pueblo”, “nadie lo consideraba extraño o separado de los demás” (28). El Papa señala que el adolescente Jesús, “gracias a la confianza de sus padres... se mueve libremente y aprende a caminar con todos los demás” (29). Estos aspectos de la vida de Jesús, no deben ser ignorados en la pastoral juvenil, “para no crear proyectos que aíslen a los jóvenes de la familia y del mundo, o que los conviertan en una minoría seleccionada y preservada de todo contagio”. En cambio, se necesitan “proyectos que los fortalezcan, los acompañen y los proyecten hacia el encuentro con los demás, el servicio generoso y la misión” (30).
Francisco habla entonces de la juventud de la Iglesia y escribe: “Pidamos al Señor que libere a la Iglesia de los que quieren envejecerla, que la quieren anclada en el pasado, que la quieren lenta e inmóvil. También le pedimos que la libere de otra tentación: creer que es joven porque se rinde a todo lo que el mundo le ofrece, creer que se renueva porque esconde su mensaje y se mezcla con los demás. No. Ella es joven cuando es ella misma, cuando recibe cada día la fuerza siempre nueva de la Palabra de Dios, de la Eucaristía, de la presencia de Cristo y de la fuerza de su Espíritu” (35).
Es verdad que “los miembros de la Iglesia no tenemos que ser ‘bichos raros’”, pero al mismo tiempo, “tenemos que atrevernos a ser distintos, a mostrar otros sueños que este mundo no ofrece, a testimoniar la belleza, de la generosidad, del servicio, de la pureza, de la fortaleza, del perdón, de la fidelidad a la propia vocación, de la oración, de la lucha por la justicia y el bien común, del amor a los pobres, de la amistad social” (36). La Iglesia puede ser tentada a perder su entusiasmo y buscar “una falsa seguridad mundana”. Son precisamente los jóvenes los que pueden ayudarla a permanecer joven” (37).
El Papa volvió entonces a una de sus enseñanzas más queridas y explicó que la figura de Jesús debe ser presentada “de una manera atractiva y eficaz”, dijo: “Por eso, la Iglesia no debe estar demasiado concentrada en sí misma, sino que debe reflejar sobre todo a Jesucristo. Esto significa que debe reconocer humildemente que algunas cosas concretas deben cambiar” (39).
La exhortación reconoce que hay jóvenes que sienten la presencia de la Iglesia “como molesta e incluso irritante”. Una actitud que tiene sus raíces “en razones serias y respetables: escándalos sexuales y económicos; la falta de preparación de los ministros ordenados que no saben interceptar adecuadamente la sensibilidad de los jóvenes;... el papel pasivo asignado a los jóvenes dentro de la comunidad cristiana; el esfuerzo de la Iglesia por dar cuenta de sus posiciones doctrinales y éticas frente a la sociedad” (40).
Hay jóvenes que “piden una Iglesia que escuche más, que no condene continuamente al mundo. No quieren ver una Iglesia silenciosa y tímida, pero tampoco quieren verla siempre en guerra por dos o tres temas que la obsesionan. Para ser creíble a los ojos de los jóvenes, a veces la Iglesia necesita recuperar la humildad y simplemente escuchar, reconocer en lo que otros dicen una luz que pueda ayudarla a descubrir mejor el Evangelio” (41). Por ejemplo, una Iglesia demasiado temerosa puede criticar constantemente “todos los discursos sobre la defensa de los derechos de la mujer, y señalar constantemente los riesgos y los posibles errores de esos reclamos”, mientras que una Iglesia “viva puede reaccionar prestando atención a las legítimas reivindicaciones de las mujeres”, mientras que “no esté de acuerdo con todo lo que propongan algunos grupos feministas”. (42).
Francisco presenta entonces a “María, la chica de Nazaret”, y su sí como el de “los que quieren comprometerse y arriesgarse, los que quieren apostarlo todo, sin otra garantía que la certeza de saber que son portadores de una promesa”. Y les pregunto a cada uno de ustedes: ¿sienten que están llevando una promesa?” (44). Para María, “las dificultades no eran motivo para decir “no”, y al ponerse en juego, se convirtió en “la influencer de Dios”.
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Mmmmmm no se creo que sea un buen momento para hacer
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