“Cangurito se asomó al exterior desde el bolsillo de mamá canguro. “Huuum, qué grande es el
mundo, ¿cuándo me dejarás salir a recorrerlo? dijo cangurito. “Yo te lo enseñare sin necesidad de
que salgas de mi bolsillo”, contestó mamá canguro. “No quiero que te juntes con malas compañías ni
que te expongas a los peligros del bosque. Yo soy una cangura decente y responsable”, añadió
mamá canguro.
Cangurito lanzó un suspiro y permaneció en el bolsillo sin protestar.
Ocurrió que cangurito empezó a crecer... y lo hizo de tal manera que el bolsillo de mamá canguro
comenzó a descoserse por las costuras.
“Te prohíbo seguir creciendo”, dijo mamá canguro. Y cangurito, obediente, dejó de crecer en ese
instante.
Dentro del bolsillo de mamá canguro, comenzó cangurito a hacer preguntas de todo lo que veía. Era
un animalito inteligente y demostraba una clara vocación de científico.
Pero a mamá canguro le molestaba no encontrar a mano las respuestas necesarias para satisfacer la
curiosidad de su hijo. Por eso le dijo: “Te prohíbo que vuelvas a hacerme más preguntas”. Y
cangurito, que cumplía a la perfección el cuanto mandamiento, dejó de preguntar y perdió la
curiosidad por aprender cosas nuevas.
Un día, las cosas estuvieron a punto de volver a sus cauces normales. Ocurrió que cangurito vio
cruzar antes sus ojos una cangurita de su misma edad. Era el ejemplar más hermoso de su especie.
“Mamá, quiero casarme con la cangurita”, dijo cangurito entusiasmado. “Oh! ¿Quieres abandonarme
por una cangura cualquiera? Este es el pago que das a mis desvelos. ¡Te prohíbo que te cases! dijo
mamá cangura. Y cangurito no se casó.
Cuando mamá cangura se murió, vinieron a sacar a cangurito del bolsillo de la difunta. Era un animal
extrañísimo. Su cuerpo era pequeño como el de un recién nacido, pero su cara comenzaba a
arrugarse como la de un animal viejo. Apenas tocó la tierra con sus patas s, su cuerpo se bañó de un
sudor frío, y dijo: “Tengo miedo a la tierra, paree que baila a mi alrededor”. Y pidió que lo metieran en
el tronco de un árbol. Cangurito pasó el resto de su vida asomando el hocico por el hueco del tronco.
De cuando en cuando se le oía repetir en voz baja: “verdaderamente, qué grande es el mundo”.
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what i don espeak españis
Usuario anónimo:
me puedes reponder en español porfa
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