canción rima o poema sobre la influencia de los medios de comunicación y la forma de ejercer en la vida cotidiana de las personas
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
No es preciso que sea mensajera
la paloma sencilla en tu ventana
te informa que el dolor
empieza a columpiarse en el olvido
y llego desde mí para decirte
que están el río el girasol la estrella
rodando sin apuro
el futuro se acerca a conocerte
ya lo sabes sin tropos ni bengalas
la traducción mejor es boca a boca
en el beso bilingüe
van circulando dulces noticias.
EN EL LOMO DE LA VACA EL VIENTO REVUELTO EN UN SUDARIO DE ESPUMAS
Eran las mañanas y las tardes. Solía acompañar a mi abuela Ana
a llevar y traer las vacas, del establo al potrero y del potrero al establo.
Íbamos por la mitad del pueblo arriando las vacas
que eran como dedos gordos de Dios.
Yo y mis cinco años y la rama de un árbol haciendo de fusta.
El sol trepaba por las manchas azules de las vacas y en su paso torpe
un aliento desconocido empozaba la sílaba del sueño.
Las piedras, las crestas de los árboles, un puñado de maderos y sus cercas.
Verlas pastar era echar boca adentro toda la paciencia del aire,
como hundir una luna en un enredo de hierba.
Y en los ojos de las vacas un vacío de luz, un misterio lerdo que latía en cenizas
sobre el corazón lento del día.
Mis cinco años, mi abuela Ana y las moscas abriendo huecos
en las primeras sombras de la tarde.
Entonces la vaca Golondrina se fue de bruces al río.
El hechizo del agua le llegó como una soga que halaba su carne
en una cadencia sin tiempo.
Era de ver su júbilo corriendo entre las formas del torrente. Mugía y su voz era un tambor que trenzaba mi garganta. Un fósil nacido en lo más hondo de la vocal del mundo.
Corría la vaca por el río y mi abuela le seguía desde la orilla,
entre los pastos largos y mojados,
llamando desesperadamente su bovino. Cuidado de no ahogarse la vaca loca.
Mis cinco años arriando el sueño de loco de mi abuela Ana. En el lomo de la vaca el viento revuelto en un sudario de espumas.
Hará tiempo de aquello. El río arrastrando esqueletos húmedos de hojas y trastos
vegetales, llevándose consigo mis cinco años y las alas invisibles de la vaca Golondrina, en una ceremonia de bocas abiertas a los muslos de la nada. Navegaba ahora
hechizado el ocaso en una brisa de peces muertos.
Dicen que las vacas
se parecen a los sueños de los hombres tristes, no dejan de rumiar su soledad
en cualquier balcón desvencijado de la vida. En la mañana
o en el ayer, es floración la noche cerrada.
A la orilla, sobre la piedra bañada, boquea todavía la vaca Golondrina
tragando tajos de luz. Muge mientras puede.
Explicación: