Cambios respecto a la situación de la mujer del medioevo (ES URGENTE)
Respuestas a la pregunta
Respuesta: La actividad económica
Y en la vida diaria, ¿cómo vivía la mujer medieval? Desde luego trabajando duramente, especialmente en el mundo rural, en el cual pasaba la jornada segando el heno, cosechando, cuidando ganado, ayudando en la vendimia, hilando, tejiendo, moliendo el grano... Es decir, la mujer era una fuerza de trabajo indispensable y apreciada.
Pero también en los otros ámbitos laborales y a lo largo de todo el tiempo, la mujer tuvo un papel activo en la vida económica, de forma que la vemos también ayudando a su marido en el negocio propio, repasando las cuentas o sucediéndose en el oficio al enviudar. Sabemos de mujeres panaderas, tejedoras e, incluso, algunas que ejercieron oficios que podríamos calificar de masculinos, como barberos y médicos.
Es especialmente significativo el papel de la mujer noble, que administraba los bienes, feudos y castillos del matrimonio, especialmente durante las frecuentes ausencias del esposo o al enviudar. E incluso vemos a numerosas mujeres acompañar a sus cónyuges en las expediciones militares, aunque no como combatientes debido a un principio de moral natural, pues si la mujer es la que da la vida, no debe participar en una actividad que provoca la muerte. A pesar de todo, hubo casos excepcionales de mujeres que se pusieron al frente de las tropas; el más notable es el de santa Juana de Arco, en Francia, aceptada para dirigir un ejército, pese a ser mujer, muy joven y, además, sin ninguna preparación militar.
En general, la mujer gozaba de una consideración social y familiar, era consejera y asociada al marido a través del gobierno de la casa y responsable de la primera educación de los hijos hasta los 7 años; y, salvo en ciertas regiones de Europa, podía vender, comprar, administrar propiedades o redactar testamento; y no siempre era necesario que estos actos fuesen realizados con el concurso del marido; incluso en los condados catalanes en el siglo XI disfrutó de ventajas aún mayores, al tener una verdadera independencia material respecto a su cónyuge, conservando el poder exclusivo sobre sus propios bienes y el de intervenir en los del marido.
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