Cambia el nombre de "Granero del Mundo" del autor Felipe Pigna, con uno más acorde a lo q escribe.
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
El modelo agroexportador, el “granero del mundo”
Autor: Felipe Pigna
Nos han enseñado, con particular empeño, el concepto “granero del mundo” para que lo aceptemos y asimilemos como algo positivo, como la referencia a una edad de oro de nuestro país a la que siempre sería deseable volver. En realidad se trata de la mejor definición de la condena –decretada por el mercado mundial y aceptada con gusto y beneficio por nuestras oligarquías locales– a ser proveedores de materias primas y compradores de productos elaborados, muchas veces con nuestros mismos productos primarios.
Un granero es un depósito, un lugar inanimado. Allí no hay trabajo, valor agregado en términos económicos, sino para unos pocos. El trabajo, los puestos de empleo, los exportábamos junto con nuestras vacas, ovejas y trigos a Inglaterra. Allí se transformaban en sweaters, zapatos y carne congelada, que eran exportados al mundo y a la propia Argentina, con enormes ganancias.
Aquí quedaba la riqueza concentrada y la miseria repartida. La “Argentina rica” lo era para unos pocos, muy pocos.
Nunca pensaron los dueños del granero que, junto con el ejército de desocupados y la mano de obra barata, estaban importando la rebelión. Su soberbia no les dejaba pensar que no se podía prometer a los hambrientos de Europa, a los desheredados de toda herencia, la felicidad, el pedazo de tierra, el trabajo que les permitiera mantener a su familia, para luego someterlos a las peores condiciones de miseria y humillación.
Así fueron llegando cargados de hambre, hijos, ilusiones, pero también de ideas, los inmigrantes. Fueron recibidos con el desprecio de quien espera un cargamento de esclavos, olvidándose de que los esclavos al ver la mesa del amo llena de manjares, mientras él y su familia padecen las más indecibles privaciones, suelen rebelarse.
Mientras los Anchorena tiraban su vajilla de oro al mar en su viaje a Europa, los cruzaban literalmente en sentido contrario quienes viajaban en tercera clase o en la cubierta de los barcos hacia al país próspero y libre, al que los dueños de la Argentina llamaban “la tierra de la gran promesa”. Lo que no aclaraban es que no pensaban cumplirla.
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