Caí sobre una base de fango que se deshacía bajo el aguacero. Riachuelos de
agua sucia arrastraban flores secas y reptaban entre las lápidas. Pies y manos se
me hundieron en el barro. Me incorporé y corrí a ocultarme tras un torso de
mármol que elevaba los brazos al cielo. El carruaje se había detenido al otro lado
de la verja. El cochero descendió. Portaba un farol e iba ataviado con una capa
que le cubría por entero. Un sombrero de ala ancha y una bufanda le protegían
de la lluvia y el frío, velando su rostro. Reconocí el carruaje. Era el mismo que
se había llevado a la dama de negro aquella mañana en la estación de Francia.
Sobre una de las portezuelas se apreciaba el símbolo de la mariposa negra.
Cortinajes de terciopelo oscuro cubrían las ventanas. Me pregunté si ella estaría
en el interior.
El cochero se aproximó a la verja y auscultó con la mirada el interior. Me
pegué a la estatua, inmóvil. Luego escuché el tintineo de un manojo de llaves. El
chasquido metálico de un candado. Maldije por lo bajo. Los hierros crujieron.
Pasos sobre el lodo. El cochero se estaba aproximando a mi escondite. Tenía que
salir de allí. Me volví a examinar el cementerio a mis espaldas. El velo de nubes
negras se abrió. La Luna dibujó un sendero de luz espectral. La galería de tumbas
resplandeció en la tiniebla por un instante. Me arrastré entre lápidas,
retrocediendo hacia el interior del cementerio. Alcancé el pie de un mausoleo.
Compuertas de hierro forjado y cristal lo sellaban. El cochero continuaba
acercándose. Contuve la respiración y me hundí en las sombras. Cruzó a menos
de dos metros de mí, sosteniendo el farol en alto. Pasó de largo y suspiré. Le vi
alejarse hacia el corazón del cementerio y supe al instante adónde se dirigía.
Era una locura, pero le seguí. Fui ocultándome entre las lápidas hasta el ala
norte del recinto. Una vez allí me aupé en una plataforma sobre la cual se
dominaba toda el área. Un par de metros más abajo brillaba el farol del cochero,
apoy ado sobre la tumba sin nombre. La lluvia se deslizaba sobre la figura de la
mariposa grabada en la piedra, como si sangrara. Vi la silueta del cochero
inclinándose sobre la tumba. Extrajo un objeto alargado de su capa, una barra de
metal, y forcejeó con ella. Tragué saliva al comprender lo que trataba de hacer.
Quería abrir la tumba. Yo deseaba salir a escape de allí, pero no podía moverme.
Haciendo palanca con la barra, consiguió desplazar la losa unos centímetros.
Lentamente, el pozo de negrura de la tumba se fue abriendo hasta que la losa se
precipitó a un lado por su propio peso y se quebró en dos con el impacto. Sentí la
vibración del golpe bajo mi cuerpo. El cochero tomó el farol del suelo y lo alzó
sobre una fosa de dos metros de profundidad. Un ascensor al infierno. La
superficie de un ataúd negro brillaba en el fondo. El cochero alzó la vista al cielo
y, súbitamente, saltó al interior de la tumba. Desapareció de mi vista en un
instante, como si la tierra le hubiera engullido. Escuché golpes y el sonido ¿Menciona lo más importante?
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agua de uwu jejejeejejejeje
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